¡Que tire la primera piedra quien no se ha sentido desanimado, ansioso y estresado! ¡Más en este último tiempo! Tenemos muchas razones para sentirnos así, pero ¡qué mal nos hace! Es más, hasta nos enfermamos.
Te cuento un poquito el por qué digo esto. Debido a un desequilibrio en mis intestinos, tengo intolerancia a varios alimentos. Mi médica me recomendó no consumirlos ni siquiera como permitidos ya que eso dañaría aún más mi salud. Imagínate, no me gusta cocinar, pero me corresponde hacerlo sí o sí porque es una alimentación muy estricta. Y aunque suele ser agotador, he aprendido varias cosas en esta situación. Hoy te comparto lo que aprendí:
Soy de cumplir a rajatabla la dieta, sin embargo, una de las indicaciones de la médica fue que me cuide de pasar por mucho estrés o altos niveles de ansiedad, ya que en ambos estados mi sistema digestivo reacciona como si hubiese ingerido un alimento al que tengo intolerancia (eso es bastante molesto). Y, evidentemente, tuve días en los que sentía dolores muy fuertes en mi vientre y reacciones alérgicas en la piel aun cuidándome con las comidas, y cuando me preguntaba ¿qué me hizo mal? la respuesta era que estaba pensando demasiado en cosas que me preocupan, sentía mucho miedo, tristeza y/o enojo.
Entonces pensé, ¿de qué me sirve ser tan estricta con la alimentación si mi cabeza no para? Le dije a Papá Dios que esto ya era una debilidad, que necesitaba su ayuda. Y poco a poco me fue dando su respuesta. Un día escuché en la radio un mensaje que decía: “no te canses de hacer el bien. Le pido a Dios que hoy se renueven tus fuerzas. Sigue sembrando lo bueno, un día eso dará su fruto, pero te toca ocuparte de lo que puedes hacer hoy. Por eso hoy puedes hacer el bien”.
Y en ese momento se hizo un clic en mi cabeza. Cuando el Señor me dice que descanse en Él, es que suelte el control, y que disfrute del pan de cada día, de sus bendiciones diarias, que por estar estresada o ansiosa las pierdo de vista. Y derribar esa mentira que lleva a afanarse tanto por el futuro desvalorizando el presente. Porque la verdad es que haciendo mi parte hoy, mi futuro es bendecido. Y en el siguiente versículo queda bien claro.
“Y ahora, Israel, ¿qué te pide el Señor tu Dios? Simplemente que le temas y andes en todos sus caminos, que lo ames y le sirvas con todo tu corazón y con toda tu alma, y que cumplas los mandamientos y los preceptos que hoy te manda cumplir, para que te vaya bien”. (Deuteronomio 10:12-13).
“Jesús, ayúdame a ver lo que hoy puedo hacer, sin afanarme por el mañana. Lo que es de hoy, quiero hacerlo con gratitud en el corazón. Porque gracias a ti, Jesús, puedo hacer todo lo bueno. Gracias, Jesús, porque me ayudas en mi debilidad. Tengo Paz”.