El 5 de agosto del 2010, en el desierto de Atacama, al norte de Chile, ocurrió un derrumbe en la mina San José y 33 mineros chilenos quedaron atrapados bajo tierra a 700 metros.
El mundo entero estuvo paralizado, siguiendo las noticias para ver si acontecía el milagroso rescate. Este sucedió 69 días después. Un 13 de octubre del mismo año.
Manuel González, el primer rescatista que descendió, cuenta la emoción que vivió al ver a los mineros. Unos arrodillados agradeciendo a Dios, otros abrazados gritando de alegría.
El rey David, en el Salmo 40, nos dice que con paciencia esperó en el Señor. Y fue rescatado. Confió en Dios y recibió la ayuda que buscaba.
¿En cuántos pozos no literales, nos podemos llegar a encontrar? La enfermedad, la depresión, la amargura, las adicciones, etc. Y muchas veces parece que no tenemos salida.
Pero tomemos el ejemplo de David. Busquemos ayuda en el “Gran rescatista”. Dios, que rescató a David y obró en el buen final de los 33 mineros, tiene el poder de brindarnos su rescate oportuno. Sólo tengamos paciencia y fe, esperando en Él.
“Padre, te pedimos que tu Espíritu, el gran rescatista, nos saque del pozo en el cual nos encontremos. Para que podamos nuevamente estar en lugar firme y vuelva el gozo de tu salvación. En el nombre de Jesús”.