No sé si alguien podrá empatizar con este recuerdo hogareño. Yo soy de aquellos cuyos padres enviaban a hacer compras al almacén del barrio, sin dinero. Y no era por fe (mi papá no era cristiano); nos enviaban a comprar con una especie de cuadernito pequeño, que doña Chicha llamaba “la libreta de los fiados”. Era un mini conjunto de hojas ralladas con espiral, de color verde, en donde la señora del almacén anotaba todos los productos o artículos que eran comprado cada vez que íbamos a su local. Esta libreta, era la generación anterior de la tarjeta de crédito. Un cuaderno que tenía el poder de comprar cualquier cosa del almacén, sin dinero real. Ese era mi pensamiento de chico, cuando me ponía a pensar en estas transacciones un tanto raras.
Si bien el límite de esa primate tarjeta era las órdenes de mamá o de papá para poder comprar, no había una lógica adulta en mi niñez de que pudiéramos pasarnos de límite o si la había. También desconocía que papá pasaba a pagar cuando llegaban las fechas de cobro en su trabajo. Y que él tenía la potestad de poder resetear el saldo de la compra de todas esas semanas, para luego poder comprar nuevamente.
Encontré en esta ilustración una manera de poder hablar de la justificación que tenemos por creer en Jesucristo. Si bien hemos sido conocedores de que, gracias a creer en Jesús, obtenemos la vida eterna, que gracias a creer en el Hijo de Dios somos salvos. Que no es dato menor, es el mejor regalo que en la vida obtendremos. La salvación, el premio que todo mortal puede lucir en esta vida. Somos salvos por un acto de perfecto amor demostrado en la cruz.
¿Que significó ese único evento en la vida de todo cristiano? El reseteo de todo nuestro pasado para darnos una vida nueva.
Hagamos de cuenta que el Señor tomó nuestras deudas (nuestra vieja manera de caminar) y saldó todo. Todo y absolutamente todo. Cuando pensamos en la cantidad de deudas que teníamos en nuestra libreta nos damos cuenta de que lo que representa la gracia del Señor es muchísima. Y no sólo eso, le damos el valor que representamos a Dios para tal acción.
Pablo les dice a los colosenses: “Ahora, luego de ser redimidos por la acción del Señor, andad como el desea que lo hagan, echen raíces en sus principios, en sus bases estad firmes, y dando gracias a Dios por todo”.
Pablo sabía muy bien el contexto humanista que el pueblo de Colosas estaba experimentando. Había una corriente filosófica que estaban mezclando conceptos y generaban confusión. Dando lugar al hombre en pensamientos de sabiduría terrenal y no de Cristo. El mencionar de Pablo cuestiones teológicas firmes, era muy necesario para centralizar la única forma de poder vivir el evangelio que es unificar nuestros argumentos en Cristo.
De lo que estaba en contra Pablo, era de esa sabiduría humana que no tenía fundamento alguno. Y por tal motivo debatían temas, que no tenían acceso para poder hacerlo.
Si por algún momento, algún pensamiento o argumento intenta desestabilizar nuestra condición eterna, emocional, lógica, biológica, hay una cuenta saldada. Hay una acción que nos deja espiritualmente sanos y justos. Y por tal evento, podemos y debemos caminar en esta vida libres y siendo consecuente con el tiempo que estamos viviendo.
“Padre, sé que en muchas ocasiones las corrientes emocionales, externas, por mi conducta, suelen poner en duda en mi mente la condición de hijo. Y eso me hace sentir muy mal. Pero entiendo que tu paga es eterna. Me arrepiento de todo lo que he hecho, de lo que pensado y vuelvo a centralizar mi vida en ti. Sólo en ti. Gracias por darme tanto, te amo Señor”.