Cada vez que una deuda era saldada, un trabajo terminado, o un actor hacía culminar su obra, se podía oír una palabra que encierra el concepto de “hecho o terminado”, en otras versiones, “cumplido o consumado”. Esta palabra en griego es tetelestai, ¡llegó a su fin!
Jesús vivía en un mundo donde el helenismo había introducido el griego, y Él no desconocía esta palabra y su peso, es por esto que en la cruz gritó “tetelestai”. ¡Se terminó! ¡Culminé la obra! ¡Ya todo se cumplió! Pero ese no solamente fue el fin de un ciclo, sino el inicio de otro. Jamás algo termina sin dar comienzo a otra cosa, jamás hay un fin sin un principio, ni un dejar de estar siendo, para empezar a ser de otra forma.
¿Cómo vemos los “tetelestai” de nuestras vidas? ¿Cómo percibimos los finales de los tiempos? Jesús nos dejó plasmada una enseñanza gloriosa, y es que si bien los ciclos pueden ser dolorosos, nostálgicos, con emociones encontradas, siempre vendrá un nuevo amanecer.
En el “consumado es” de Jesús, el cielo se oscureció, pero a las horas hubo un amanecer de resurrección. ¿Estás preparado para dar paso a tu “consumado es” y abrirle espacio a la resurrección de un tiempo glorioso?
“Señor Jesús, enséñanos a vivir cierres de ciclos como Tú lo has hecho. Que podamos entender que en ti no hay finales sin comienzos, donde entendamos que siempre hay nuevas posibilidades de crecer, aprender y ser. Jesús que aprendamos que estamos en movimiento y que tu Espíritu Santo se mueve con nosotros hacia un amanecer de gracia”.