Creo que casi todos han escuchado alguna vez la canción que dice: “Yo quiero tener un millón de amigos, y así más fuerte poder cantar”, que cantábamos con tanta vehemencia, con un extraño pensamiento de creer, a veces, que si tuviésemos muchos amigos, nuestra autoestima se elevaría y nos haría sentir como una especie de “superhéroes”, capaces de vencer al mundo, con el anhelo profundo de poder sentirnos tal vez más amados, aceptados, importantes, con más valor. ¿Te ha pasado?
¿Alguna vez deseaste eso en tu vida? ¿Alguna vez pusiste tus amistades en el primer lugar del ranking de tu vida? ¿Alguna vez sentiste vacíos en tu alma y pensaste que se podían llenar teniendo muchos amigos? ¿Alguna vez insististe en “conservar” una amistad que no estaba interesada en “querer quedarse”? ¿Alguna vez perdiste amigos porque tuviste sentimientos o palabras de reclamos, por esa atención que no te brindaron, pero tú con la sensación de haberlo dado todo?
Y otra vez, la frustración y esa sensación de que haces todo mal, que te aleja en vez de acercarte, que te deja parado en un lugar erróneo, que lo único que hará es alejarte de Dios y su propósito en tu vida, aumentando el vacío en tu alma que sólo puede llenar Jesús con Su amor.
Pero no desmayamos. Hay buenas noticias. Dios sigue teniendo el control. Dios quiere tener el control de nuestras emociones. El Espíritu Santo mora en nuestras vidas y fervientemente viene a recordarnos una y otra vez, que no hay nada más valioso, que no hay tesoro más grande que el amor de Jesús.
Porque el que quiere ocupar el primer lugar en nuestro corazón, es Jesús. “Nadie tiene mayor amor que este, que es el poner su vida por sus amigos”. (Juan 15:13).
Pero, tal vez te preguntes: ¿cuál es la voluntad de Dios en mi vida? ¿Es bueno tener amigos o es mejor estar sólo? Jesús tuvo amigos. Claro que es importante. Pero hay algo que es primordial, que cambiará nuestra perspectiva: creer que estamos completos en Él. No necesitamos estar rodeados para sentirnos acompañados.
Será primordial que entonces empecemos a dejar lo urgente de lado, para dedicarnos a lo importante: Mi relación con mi amigo fiel. Y todo lo demás va a ocupar el lugar que tenga que ocupar, y Dios hará la obra en nuestra vida y nos completará: nuestro amigo fiel tiene tiempo para brindarme Su amor incondicional.
Todo lo demás, vendrá en el tiempo oportuno. Descansemos. Dios nunca nos suelta la mano. Sentémonos en la mesa con El Rey: hay un banquete especial para ti y para mí, cada día. Su amor y Su amistad nos completa, enriquece, desarrollando en nuestro interior una verdad absoluta: “Soy amado, soy valioso, soy aceptado”.
Dejemos que Jesús haga la obra y que llene nuestro mundo de Su amor: que todo lo sabe, que todo cree, que no es egoísta, que no busca lo suyo, no es envidioso ni rencoroso, es paciente, justo, todo lo sufre, todo lo soporta y jamás dejará de ser. Jesús, nuestro amigo eterno, se queda para siempre.
“Señor Jesús, gracias por amarme incondicionalmente, por nunca dejarme, por estar conmigo siempre y para siempre. Me quiero sentar cada día en tu mesa, y conocerte más. Agradecerte porque tu amor me completa y no hay nada que quiera más que estar contigo. Mi vida y relaciones están en tus manos”.