¿Cuántas veces nos hemos sentido insignificantes y sin valor? Algunas personas se sienten feas, incapaces, inferiores, inseguras, y eso las perjudica en lo cotidiano y en las relaciones. Viven tristes y solas. Sufren de lo que se llama baja autoestima.
El Salmo 139 presenta un gran consuelo para esos casos. Muestra que Dios nos conoce desde el vientre materno. Él acompaño la formación de cada célula de nuestro cuerpo, sabe todo sobre nosotros. Dios nos ama como somos, con todos nuestros defectos y nuestras cualidades. Agradezcamos a Dios por la forma en que nos creó y la obra maravillosa que sigue haciendo en nuestras vidas. Aprendamos a aceptar, moldear y trabajar nuestros defectos, fallas y debilidades, que no pueden ser modificados. Cuando venga la tristeza, el miedo o el desánimo, leamos este Salmo y recordemos: ¡Dios nos ama! ¡Somos únicos y especiales!
“Padre, te agradezco por amarme así como soy. Gracias por ese amor incondicional que cada día me demuestras, amor real que no impone condiciones y permanece en cualquier etapa de la vida, a cualquier edad, frente a cualquier situación. Ayúdame a aferrarme a tus palabras, a confiar más en tu amor y descansar bajo tu compañía”.