Una de las verdades de este pasaje que me vuela la cabeza es darme cuenta que gente como nosotros, que nos cepillamos los dientes, sacamos la basura, nos equivocamos y tantas cosas que puedes agregar, también reinaremos y gobernaremos con Él. No con el concepto que tiene la sociedad, sino con el del cielo, opuesta a la que nos venden, la forma de Dios es por medio del servicio al otro que es el prójimo, que es, ni más ni menos, que el próximo, a nuestro entorno, mi ciudad, mi nación. Y este versículo me muestra que tengo una posición espiritual más alta, me desafía a ir contra la corriente. Es como si Dios me dijera “no mires desde abajo hacia arriba, ya es tiempo que subas y mires desde arriba hacia abajo”.
Es otra perspectiva y no quiere decir que está mal mirar hacia arriba, porque de ahí viene mi socorro. Nos está llamando a un escalón más porque mi posición de hijo tiene un lugar más alto que heredé por la sangre de Cristo, sentado en los lugares celestiales con Él y con nuestros pies plantados en la nuca del diablo. Estamos sentados sobre todo principado y autoridad (Ef. 1:20-21), es ahí donde subo y me siento y todo se empequeñece, todo conflicto, toda preocupación, todo dolor, toda tristeza, porque en su presencia todo se derriba, para después pararme sobre todo principado, autoridad y toda fuerza de maldad.
Entonces, entendemos que esta posición es, primeramente, una posición de descanso para poder después pararme sobre toda fuerza de maldad. “El descanso es la antesala del gobierno”, en su presencia y poder yo puedo gobernar y pararme en la batalla espiritual, es ahí donde Él me da sus armas para usar en el aire, lugar de la guerra espiritual.
El Salmo 110: 1 nos recuerda lo mismo: “Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies”. Es ahí, en esa posición, que mi autoridad se agranda para después gobernar. El enemigo va por esta posición porque sabe que es ahí donde todo se trasforma y puedo llevar a cabo mi propósito. Mi autoridad viene por estar sentado con Jesús y entender que me puedo parar porque estuve antes sentado y batallar, no con mi fuerza, sino con Su poder que sale del trono y Él, en su inmensa gracia, me invita a una posición privilegiada por ser hijo.
“Señor, gracias por esta posición que es un regalo por tu sacrificio en la cruz. Gracias porque es por ser hijo. Te pido perdón cada vez que no voy, que no subo, que no ocupo esa silla espiritual que preparaste para mí, que queda vacía cada vez que quiero pelear las batallas con mi fuerza. Perdón por no entender esta posición donde mi alma se somete, mi mente se destraba, mis emociones se alinean, mi voluntad se rinde, donde Tu poder y Tu presencia me revisten de la unción para gobernar y reinar en este tiempo. Te alabo porque ya tengo las batallas ganadas por tu sacrificio en la cruz que no fue en vano y todo se somete a tu señorío… Que hoy podamos ir a sentarnos para después pararnos con la convicción y la certeza que pusiste a nuestros enemigos debajo de nuestro pies”.