Y llegó el tiempo de pasar página, de mudarnos de año y enfrentarnos de nuevo a nuestra insistente forma de organizar la vida. Es posible que para algunos, los últimos días del año vinieran cargados con la melancolía propia de un “qué bien me ha ido”, mientras que para otros ya le iban sobrando segundos a un año aburrido, capcioso o cuanto menos difícil.
Lo que no cabe duda es que cada año siempre viene acompañado de su historia pertinente, con esa hilera de sueños ilusionantes, de los cuales algunos se cumplen, mientras que otros parece que nunca despiertan… Pero, siempre con nuevos propósitos que llenarán nuestra lista de compra emocional y, por lo menos, nos mantendrán entretenidos las primeras semanas del nuevo ciclo.
Yo, como tú, tengo mis años buenos y no tan buenos, como tú disfruto al máximo de las fiestas, aunque confieso que me entristecen las ausencias y como tú, recuerdo, planeo y me asomo al nuevo horizonte con una mirada fresca, renovada y esperanzadora, aunque esquivando esa sensación recurrente de saber que este camino, ya lo he hecho.
Por eso entiendo que si de verdad buscamos nuevos comienzos, nosotros mismos tenemos que trabajarlos. Nada comienza de nuevo si partimos de frustraciones, ansiedades, rencores o desilusiones. Ningún camino se hace nuevo si seguimos caminando con las heridas, los tropiezos y el cansancio de los pasos anteriores.
Pasemos de verdad página, soltemos, perdonemos, respiremos y soñemos. Aprovechemos este nuevo inicio para provocar un auténtico comienzo. Renovemos nuestro entendimiento y afinemos nuestra voluntad anhelando primero la Suya, para que así nuestro Dios pueda seguir trabajando en todos nosotros y nos dé el deseo y el poder para que hagamos lo que a Él le agrada.
“Ayúdame, Señor, a pasar página, ayúdame a sentir la libertad que trae todo nuevo comienzo. Ayúdame a depositar en ti todas mis cargas y reanudar mi camino con la fe necesaria para cumplir cada uno de tus propósitos.”