Dios nos crea con un propósito, pero nos da libre albedrío, entonces debemos buscar y descubrir el propósito para el cual nos creó, o vivir de la forma que nos plazca, la que el mundo nos propone con su cultura de vivir una vida loca, buscando el placer inmediato en forma hedonista, pero ¡ojo! que placer y felicidad no es lo mismo.
Los logros y éxitos de deportistas tienen una historia de dedicación, esfuerzo y fracasos sobre sus hombros. Es fácil ver sus conquistas, pero no vemos lo que dedicaron y sacrificaron.
Lo que creo define lo que pienso y esto define mis acciones. Todo nace con un sueño, que produce la fe, y aparece la motivación que es lo que nos impulsa y nos lleva a trabajar la voluntad y acá aparece un problema ya que la voluntad no es tan fácil de dominar.
Pablo escribe en Gálatas 2:20: “He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí”.
Entonces Cristo nos estimula a dominar la voluntad, nos hace poner en movimiento, hace que nos esforcemos por nuestras metas. El esfuerzo nos lleva a poner ganas y vigor para vencer las dificultades que van apareciendo y si mantenemos el esfuerzo, este genera la perseverancia y esta genera la virtud de no rendirse produciendo constancia, la cual nos lleva a tener ánimo en nuestras acciones y termina creando disciplina, la cual nos termina llevando a la conquista de las metas y propósito.
Entonces, a partir de la fe, nace la motivación, la cual pone en acción nuestra voluntad, que nos lleva al esfuerzo, que genera perseverancia, la cual nos lleva a la constancia y termina produciendo disciplina. Es un camino que nos lleva a conquistar el carácter de Cristo, el cual nos lleva a dominar el ego, lo cual nos lleva a la santidad y vivir el propósito con el cual cada uno ha sido creado. Es un camino a veces estrecho y otras veces no muy agradable, un camino donde cada día tiene sus batallas, pero con un premio extraordinario al final, y recordemos siempre, Dios nos espera en la orilla de nuestras limitaciones para darnos ánimo y un abrazo de amor sofocante, para que podamos decir como Pablo: “He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, me he mantenido en la fe” (2 Timoteo 4-7).
“Señor, entiendo que mi fe es puesta a prueba diariamente. Te necesito en mi vida para que esa fe produzca la motivación en mí y así buscar ser cada día más como tú”.