La llaman la flor de Nagapushpam. Es extraña y, al mismo tiempo, una especie muy hermosa. Lo curioso— además de que no es muy común —, es que florece cada 36 años en el Himalaya. Quien desea apreciar los diversos colores y la extraña forma de la planta, debe esperar que transcurran los días, las semanas, los meses y los años. No deben desesperarse, simplemente confiar y dar un compás de espera hasta que se produzca el momento oportuno.
Al ver una fotografía de esta singular expresión de la naturaleza, pensé en el tiempo de Dios para que las cosas ocurran. Hace muchos siglos el rey Salomón escribió en el libro de Eclesiastés 3:1: “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora”.
Ese capítulo es una verdadera joya de la Biblia en la que aprendemos que de nada sirve afanarnos. En el momento oportuno, en el plan de Dios, las cosas ocurrirán.
En el Salmo 31:15 leemos: “En tus manos están mis tiempos…” El rey David se refería a la potestad que tiene el Señor para que las cosas ocurran en nuestra vida, y en la de los seres que amamos y que integran nuestro círculo familiar.
Al apreciar estos pasajes de la Palabra, aprendemos que nuestra mirada debe enfocarse en tres elementos: Tener fe en que las cosas buenas ocurrirán, desarrollar la capacidad de esperar y aprender a perseverar sin desmayar.
Cuando procuramos que ocurra aquello que anhelamos, incluso con rapidez, solemos caer en el terreno de la desesperación. Angustiarnos no acelerará el cumplimiento de las promesas divinas. Por el contrario, nos llevará a cometer errores. Como el salmista lo dijera, hoy es el día para repetir: “En tus manos están mis tiempos”. Con ayuda de Jesucristo podemos hacerlo.
Hablando de Cristo, ¿ya recibiste a Jesús como tu único y suficiente Salvador? Hoy es el día para que lo hagamos y, prendidos de su mano poderosa, emprendamos el maravilloso camino hacia la transformación personal, espiritual y familiar.
“Amado Dios, reconozco que soy impaciente y quiero que las cosas ocurran conforme las quiero, el día que las quiero. Reconozco, también, que ha sido un comportamiento equivocado en mi vida. Dame sabiduría para tomar decisiones acertadas y aprender a esperar en ti. Entrego este día en tus manos”.