El 9 de enero me despidieron del trabajo en el que estaba hacía 14 meses. ¡La primera vez! Cuando me convocó mi jefe y me dijo que nos juntábamos con la jefa de recursos humanos pensé que me daban el ascenso para el que me había postulado. Mis compañeros no querían postularse para ese rol y yo sabía que era la indicada para esa nueva posición. Tendría mejores condiciones económicas y además me gustaba mucho empezar con el rol de coordinación.
Entrenamos en una sala pequeña y la directora de RRHH llevaba dos carpetas rojas en sus manos. Cuando empezó a hablar me di cuenta que no me iban a ascender y que todo lo contrario, me estaban despidiendo.
Creo que vieron mi cara de sorpresa y estaban esperando una reacción de mi parte. Lo primero que pregunté fue si el motivo de mi despedido tenía que ver con algo que yo había provocado y quería saberlo para aprender y no cometer el mismo error en el futuro. Me dijeron que nada más lejos de eso, sino que la empresa estaba haciendo una reestructuración y como había sido de las últimas contratadas habían tenido que decidir que yo era la persona que tenía que dejar el puesto. Sumaron a esto que les dolía mucho tener que prescindir de mí pues mi trabajo e implicación habían sido muy buenos desde mi incorporación en la empresa.
En ese momento, comencé a experimentar paz, esa que dice la Biblia, la que sobrepasa todo entendimiento. Respiré hondo, les agradecí por la oportunidad de haber trabajado con ellos, por el crecimiento y el aprendizaje que tuve en el camino y les deseé lo mejor en este tiempo de cambios. A continuación, les expresé que era la primera vez que me despedían y que necesitaba que me explicaran cómo proceder porque no lo sabía. Les agradecí por el tiempo compartido en la empresa, subí a mi escritorio a recoger mis cosas y me despedí de los compañeros que estaban en la oficina. Lamento que no me hayan dejado despedirme de todos. Soy una persona de vínculos y los considero muy importantes.
Inmediatamente al salir por la puerta llamé a mi marido y le conté. Me dijo con una sonrisa: “¡Vamos a celebrarlo!” Así que nos encontramos y fuimos a cenar juntos. Hablamos de lo importante de vivir en fe y sabiendo que todo lo que nos sucede tiene un propósito.
¿Y saben? A los días de este despido, le pidieron a mi marido un técnico informático con inglés para una sustitución en una gran multinacional. Me lo comentó y le dije que estaba dispuesta a ir a la entrevista. Todo fue muy bien y quedé.
Hoy estoy escribiendo esta historia desde el piso 24 en la nueva compañía en la que trabajo. El ambiente es muy bueno, es una empresa de energías renovables y me siento desafiada en esta nueva posición.
Y sí, volver a empezar puede generar miedo o ansiedad, pero hay que estar dispuesto a los cambios y a los nuevos desafíos.
“Señor, gracias por los cambios. Por duro que parezcan, sé que siempre hay algo mejor que tú tienes para nosotros”.