Cada vez que leo el Salmo 105, me vuelve a impactar el verso 19 que dice… “hasta la hora en que se cumplió su palabra”. Aunque nos parezca imposible o muy lejano por las circunstancias que vivimos, hay una hora marcada para que todo se cumpla: las promesas recibidas, el sueño casi inalcanzable que Dios imprimió en nuestro corazón, o la visión de nuestro destino profético. Pero hay varios factores involucrados en esto, veamos:
Las promesas de Dios
“He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que vayas y te haré volver a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he prometido” (Génesis 28:15 (LBLA).
Si bien hay miles de ellas, una de las promesas más poderosas que podemos recibir es cuando Dios nos dice que Él está con nosotros. Su presencia en nuestra vida vale más que todas las demás cosas. Si Él está con nosotros, tenemos la fuente de todo a nuestro lado. Sólo tenemos que consultar con Él para saber qué hacer en todo momento. Si el Todopoderoso está con nosotros, ¿quién en contra nuestra?
La promesa dada a Jacob no significó que no tuviera que pasar por problemas. Todo lo contrario. Él necesitaba esta revelación precisamente porque iba a pasar por cosas muy difíciles y tremendas. En los momentos de mayor oscuridad, Jacob tenía que acordarse de la promesa que el Eterno le había dado. Si Dios había dicho que le iba a guardar por dondequiera que fuera y le iba a hacer volver a la tierra que le había dado a él y a su descendencia, la cual sería como el polvo de la tierra, entonces Dios tenía que ayudarlo en los momentos difíciles. Esta promesa le ayudaba a no desmayar cuando fue tan engañado por su tío, y en cada una de las circunstancias adversas por las cuales le tocó atravesar hasta regresar.
La fe va más allá del miedo, más allá de la duda, rodea las circunstancias, esquiva los ataques y se enfoca en las promesas, sabiendo que Quien las ha otorgado, es fiel en cumplirlas.
El silencio de Dios
Dios siempre responde a nuestras oraciones, pero lo hace en Su tiempo, y a Su manera. Muchas veces la respuesta es instantánea. Pero… cuando pedimos algo y pareciera que no obtenemos respuesta, no malinterpretemos el silencio de Dios pensando que Él no escucha nuestras oraciones.
Si hay silencio, hay un propósito para eso. Dios está más interesado en formar nuestro carácter que en darnos lo que pedimos. Abraham tuvo que esperar para recibir sus promesas, y así muchos otros ejemplos en la Palabra nos indican que el silencio de Dios tiene una finalidad.
¿Qué nos falta aprender? ¿De qué tenemos que deshacernos? ¿Con quién tenemos que arreglar cuentas? ¿Cuáles instrucciones divinas no estamos obedeciendo? Sin proceso no hay progreso. Tampoco demoremos la respuesta con nuestras dudas, mejor apresurémosla con nuestra obediencia y nuestra fe.
Los tiempos de Dios
Es muy probable que lo más difícil de entender sean los tiempos de Dios, y que esto sea una de las razones por las que abandonamos antes de recibir respuesta, echando a perder todo el proceso.
Aquí es donde la duda y la inseguridad hacen sus destrozos por lo cual debemos ser muy cuidadosos, pues si les damos la oportunidad arrebatarán de nuestras vidas todo lo maravilloso que Dios tiene preparado. Lo que sembramos en fe, nunca debe ser desarraigado con palabras de duda. Los tiempos de Dios no se razonan ni se argumentan, simplemente se aceptan.
Vivimos en una era donde se busca lo “instantáneo”, lo “express”, lo acelerado, lo más rápido posible. Comidas, trámites, conversaciones y tantas otras cosas ahora se obtienen apretando un botón. Pero no existe tal cosa como una “ventanilla de servicio rápido” para la fe, o un botón que diga “apriete aquí para obtener su milagro”. Tenemos que sentarnos y calmarnos. Tenemos que poner nuestra mente y nuestro corazón en las cosas de Dios. Tenemos que tomarnos el tiempo de que venga la fe por el “oír” la Palabra de Dios y se arraigue de tal manera que fluya naturalmente cuando vengan los problemas, y sepamos cómo reaccionar y cómo enfrentar cada uno de ellos. Lleva tiempo hacer crecer la fe, pero vale la pena.
Las respuestas de Dios
En esta vida que nos toca vivir, nos enfrentamos constantemente con adversidades y contratiempos, y es allí cuando buscamos a Dios y esperamos Sus respuestas. Y aunque Él siempre responde, no todas las veces lo hace de manera afirmativa o negativa. A veces, nos pone a pensar… para que saquemos nuestras propias conclusiones.
Entonces:
-ante lo imposible…
-ante las dudas más desconcertantes…
-ante la incertidumbre de las decisiones que debemos tomar…
-ante las palabras determinantes de terceros, que diagnostican en forma negativa sobre nuestra salud, o nuestras finanzas, o nuestra familia…
-cuando no entendemos lo que nos sucede, y nuestra mente se nubla en vez de tener claridad…
-cuando no hay nada más que nosotros podamos hacer…
…Él nos hace esta pregunta: “¿Habrá algo que sea difícil para mí?” (Jeremías 32:27). Y de nuestra propia respuesta, y del grado de fe que usemos para creer en esa respuesta, surgirá la forma en que Dios actuará en nosotros.
Nuestras respuestas
Dios nos hizo seres pensantes, con voluntad propia, con libertad de elección. Está en nosotros el decidir si creemos en el Dios de lo imposible, o nos dejamos llevar por la desesperación. “Conforme a vuestra fe os sea hecho” (Mateo 9:29). “¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?” (Juan 11:40).
Volviendo al pasaje de Salmos 105: 19, nunca permitamos que la realidad eclipse nuestros sueños. José pasó por el pozo, la cárcel, la envidia, la falsa acusación, el olvido, la incertidumbre, la soledad, el desarraigo… entre otras “realidades” o “circunstancias adversas”, pero nada de eso lo detuvo. La versión Biblia al Día señala… “hasta que por fin llegó el tiempo de Dios”. El tiempo indicado: ni antes ni después. El tiempo perfecto: el marcado por Dios.
Cuando nos vemos reducidos a la nada, Dios está preparando algo. El que es fiel, ve lo invisible, cree lo increíble, y luego recibe lo imposible.
“Querido Dios: gracias por recordarme en tu Palabra, que en tu mano están mis tiempos, y que tus caminos y tus pensamientos son más altos que los míos. Espero confiado hasta la hora precisa en que se cumplan tus promesas y propósito en mi vida”.