Un viernes por la tarde me encontraba un poco desorientado, triste. Por diferentes aspectos de nuestra vida que debían reorganizarse y sanarse. Habíamos pasado situaciones muy duras, y estas derrumbaron mucho en nosotros.
Ese viernes, me encontré con un profesor, que en unos minutos de charla pudo desenredarme de esa crisis. Con varias preguntas y palabras pude notar el efecto saludable de esa terapia express.
Primero. Los consejos pueden desenredarnos los pensamientos. Como si fuera un rompecabezas, las palabras de un amigo pueden ordenar nuestro interior. El lío que se hace en nuestra cabeza por no poner en palabra lo que nos pasa. Hablar y pedir consejo, nos ayuda a crecer. Nos trae orden y bienestar.
Segundo. El consejo puede abrazarnos. Las palabras sabias pueden ayudarnos a desahogar todo lo que nos pasa, y sentir ese alivio que trae la sabiduría. Quitarnos la mochila de toneladas de preocupaciones nos da oxígeno al alma y al cuerpo. El consejo nos ayuda abrazando nuestro corazón y animando para seguir.
Los consejos de un amigo son como perfume al corazón.
“Querido Dios, permite que puedan generarse esas charlas para que pueda buscar ayuda y pedir guía en todas las etapas de mi vida”.