Hace tan sólo tres días comenzó un nuevo año, muchos han hecho su lista de metas y desafíos, otros están buscando el lema que los va a acompañar durante todo el 2024 y hasta el mensaje de partida para el próximo domingo (yo ya tengo el mío). Pero quiero serte sincero, sigo pensando en la Navidad. Celebrar el nacimiento de Jesús frenó nuestra actividad, al menos, durante dos días; pero meditar en su razón y propósito, puede llevarnos a invertir muchos días más y ser la punta de flecha para el transcurso del año.
No puedo evitar emocionarme al recordar los textos bíblicos anunciando con espectacularidad la llegada del Mesías y Salvador del mundo: “Pues nos ha nacido un niño, un hijo se nos ha dado; el gobierno descansará sobre sus hombros, y será llamado: Consejero Maravilloso, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz” (Isaías 9:6). Pero mi emoción crece aún más cuando me encuentro con el relato humilde, sencillo y cercano de lo que realmente ocurrió en la llegada de ese príncipe de renombre.
María, una adolescente comprometida con un joven José y un anuncio que les cambia los planes a ambos. La llegada a la desbordada y pequeña aldea de Belén que coincide con la del niño Dios a este mundo sin un lugar real que lo reciba, sin parteras, familiares o amigas que ayuden, ni parientes y amigos del flamante papá que celebren cuando se escuche el primer llanto. No, eran sólo María y José recibiendo al mismísimo Dios en un establo, acostándolo en un comedero de animales.
Generaciones enteras repasaron las escrituras y soñaban con la llegada del flamante Rey de Reyes. ¿Por qué no había nobles esperando en la sala mayor de un palacio? Porque Jesús tenía una primera enseñanza reservada para ti y para mí: Los mejores comienzos son pequeños y humildes. Del crecimiento se encarga el Señor.
¿Por qué Dios está revelándotelo ahora y no en los días de Navidad? Porque conoce que estás asustado como aquellos pastores y necesitas leer un “No tengan miedo. Les traigo buenas noticias que darán gran alegría a toda la gente” (v. 10). No te dejes atemorizar por lo que ven tus ojos. Préstale tus oídos al Señor porque tiene muy buenas noticias para todo este año. Y no te quedes sólo en escuchar, permite que Jesús esté presente en estos primeros días. Búscalo, admíralo, abrázalo. Cuenta a los tuyos todo lo que vas viviendo.
Y por favor, haz como María. Guarda estos mensajes en tu corazón, piensa en ellos seguido hasta memorizarlos, para que cuando vengan el temor, el cansancio, la duda o la frustración recuerdes que Dios está contigo en tus inicios por más humildes que sean y moverá aun ángeles para recordarte que este año será bueno para ti.
“Gracias Dios por revelarme esta enseñanza que estuvo oculta para mí. Dame de tus fuerzas para iniciar con fe estos primeros días del año, pero por sobre todo a no temer los comienzos humildes y creer siempre a tus buenas noticias. Gracias por las alegrías que preparaste para mí 2024”.