Después de leer el texto bíblico me pregunto: ¿Por qué algunos se pierden y otros no? En la explicación del Primer Artículo del Credo Apostólico, Lutero dice: “Creo que Dios… me protege de todo peligro y me preserva y libra de todo mal. Y todo esto lo hace por pura bondad y misericordia paternales y divinas, sin que yo lo merezca, ni sea digno de ello. Por tanto, estoy obligado a darle gracias por todo y ensalzarle, servirle y obedecerle”. Esto es ciertamente la verdad.
¿Cuántas personas se han salvado de un accidente y otras no? Lamentamos mucho por las personas que han perdido la vida en distintas circunstancias y oramos por los que sufren. No podemos explicar por qué Dios lo ha permitido, pero si todavía tenemos vida, permítame preguntarle: ¿cuántas balas le han llegado cerca a usted? Piense un poco. ¿Cuántas enfermedades no ha tenido? ¿Cuántos accidentes no ha sufrido? ¿De cuántos peligros le ha protegido Dios?
Todas esas cosas le podrían haber sucedido, pero no le sucedieron porque el Señor le protege. Y porque el Señor nos protege, nuestros corazones siguen latiendo, nuestras mentes siguen pensando, y nuestros pulmones siguen inhalando oxígeno. Incluso cuando no lo sabemos, y eso es la mayoría de las veces. Dios nos está cuidando y protegiendo. Y lo hace no porque somos buenos o porque lo merecemos, sino porque así es Dios.
Entonces, ¿qué debemos hacer? Lutero lo dijo bien: debemos darle gracias, servirle y obedecerle. Recordemos: “Pues Dios amó tanto al mundo que dio a su único Hijo, para que todo el que crea en él no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16).
“Padre celestial, gracias por protegernos de los peligros y males que no vemos o conocemos. Enséñanos a ser siempre agradecidos. En el nombre de Jesús”.