¿Quién eres? ¿Quién soy? El quién soy yo siempre lo cuestionamos. Nos miramos al espejo y nos vemos distorsionados, feos e imperfectos. Y si nos miramos por dentro nos sentimos huecos, vacíos, llenos de inseguridades, miedos y vergüenza.
En el transcurso de nuestro crecimiento pasamos por tantos conflictos de los cuales es tan natural apegar a nuestra vida aquellas cosas malas que vivimos, que nos dolió y que nos marcó. Si comenzamos a enumerar las cosas buenas y malas que recordamos de nuestra niñez se inclinaría la balanza hacia las cosas malas.
Al mirar la Palabra vemos, en el comienzo, que Adán y Eva pecaron y es ahí donde la hermosa identidad de Dios se distorsionó en nuestras vidas. Romanos 5:12 lo dice así: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”. Esta falsa identidad causada por el pecado entró a nuestra naturaleza y se convirtió en una realidad.
Sé que hoy vives lleno de incertidumbre, confusión, inestabilidad, desconfianza, pánico, fobias, afanes, estrés, baja autoestima, depresión, culpabilidad, resentimientos etc. Y de todo esto se trata esta identidad falsa que habita en el hombre que no ha descubierto la verdad.
Esta falsa identidad está adherida a nosotros. ¿Por qué es falsa? Porque la única verdad es aquella que debemos aceptar enseñada a través de la Biblia. Es por esa razón que, como dice Romanos 5:18, “Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida”.
Es a través de Cristo que podemos nacer a una nueva vida, a una identidad genuina, auténtica y que nadie podrá arrebatárnosla, ensuciarla o desvalorizarla.
No importa la reputación que tuviste, qué pecado cometiste, cuantos miedos o inseguridades poseías o incluso cuán avergonzado puedas sentirte por las cosas que has hecho o te hayan hecho es por el sacrificio de Jesús que esa identidad falsa desaparece, se deshace y se cancela. Es a través de Jesucristo justo que el Padre nos ve justos, santos, limpios y aptos de ser llamados hijos. Juan 1:12 lo declara: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”.
“Padre, hoy renuncio a esta identidad falsa que llevaste y clavaste en la cruz por mí. Me decido firmemente a aceptar la verdad que me hace libre de toda mentira de las tinieblas y el pecado. Extiendo mis manos hacia ti sabiendo que recibiré tu perdón y vida eterna por la vida que entregaste al morir por mí. Gracias porque hoy puedo recibir una identidad que me otorga paz, seguridad y fuerza para vencer este mundo”.