Quizás una de las máximas más conocidas del prócer argentino Don José de San Martín es la que reza “serás lo que debas ser, o sino no serás nada”.
Y aunque esta frase hace referencia al destino inexorable de cada persona, contiene una profunda enseñanza que tiene relación directa con el llamado de Dios y nuestra decisión de obedecer.
Dice en el párrafo de Hechos que usé como referencia para este devocional: “Levántate, porque me he aparecido ante ti para nombrarte como uno de mis servidores. Quiero que anuncies lo que ahora sabes de mí, y también lo que sabrás después. Te enviaré a hablar con los judíos y con los que no son judíos, y no dejaré que ninguno de ellos te haga daño. Quiero que hables con ellos, para que se den cuenta de todo lo malo que hacen, y para que comiencen a obedecer a Dios. Ellos ahora caminan como si estuvieran ciegos, pero tú les abrirás los ojos. Así dejarán de obedecer a Satanás, y obedecerán a Dios. Podrán creer en mí, y Dios les perdonará sus pecados. Así serán parte del santo pueblo de Dios”.
El llamado de Dios es la misión que Él tiene para tu vida y nada de lo que hagas fuera de ese llamado va a poder llenar plenamente tu corazón. Suelo usar una frase que dice que no hay peor fracaso que ser exitoso en el propósito equivocado.
Entonces, ¿cómo puedo saber lo que Dios quiere para mí? Algunas características son:
Es claro: No da lugar a dudas.
Es específico: Las metas, los objetivos son puntuales.
Lleva gloria a Dios: Aun cuando genera los recursos para que podamos vivir, el principal objetivo es que Glorifica al Padre.
Pero también debemos ser conscientes que existe un precio a pagar, y todo el tiempo que tardemos en pagar ese precio, demoraremos el cumplimiento de este “ser lo que debemos ser”.
Exige renunciar a otras cosas. No se puede estar en todos lados.
Nuestra misión tiene que ver con resolver problemas a una o más personas.
Nuestra misión tiene un sentido en el tiempo. Toda responsabilidad tiene relación con los tiempos y eso es generalmente ignorado. (Si trabajas con la comida lo harás al mediodía o por la noche. Si lo haces con las plantas tendrás épocas para cada especie, etc.).
Nuestra misión tiene un sentido geográfico. Tu misión tiene, salvo algunas mínimas excepciones, una localización en donde se potencia y cobra relevancia. (Difícilmente seas llamado a alimentar niños hambrientos en Suecia o alfabetizar en Londres o Munich).
Tu misión es tuya. Nadie más lo puede hacer de la misma forma en el mismo lugar y en el mismo tiempo que tú. Por eso es necesario que seas consciente de la importancia de tu decisión aun cuando otros puedan no entender o valorar.
Recuerdo una historia que se volvió canción en la que un payaso “envidiaba” los aplausos que recibía el trapecista. Él se sentía inferior ya que “sólo hacia reír a las personas”. Un día, intentando ser lo que no era, se subió al trapecio para practicar, pero tuvo un accidente que lo dejó en silla de ruedas. El circo no pudo seguir adelante sin el payaso, ya que los niños no estaban interesados en ir. En definitiva, el payaso descubrió demasiado tarde lo importante que resultaba simplemente hacer reír a las personas.
Tal vez esta reflexión te invite a volver a pintarte la nariz…
“Señor, danos luz y sabiduría para entender el lugar en el que nos pusiste para hacer tu obra. Que no queramos ser aquello para lo que Tú no nos diseñaste, sino todo lo contrario. Que podamos estar en el centro de tu voluntad, haciendo aquellas tareas para las cuales nos dotaste de talento, pero fundamentalmente, de un llamado”.