¡Qué hermoso privilegio poder llamar al Dios Todopoderoso “papito”! Esa es la intimidad que Dios nos ofrece, la que nos permite acercarnos a Él en la más íntima relación que podamos imaginar. Hemos recibido su Espíritu para ocupar ese lugar de privilegio.
¿Cuánto valor posee el tener acceso al trono de Dios? El texto nos recuerda que nuestra confianza en nuestro Padre celestial puede ser total, y que su corazón nos ama mucho más que lo que podamos comprender. ¿Qué crees que sucede en el corazón de Dios cuando somos como niños delante de Él? Si Él disfruta que le digamos “Papito”, ¿cómo crees que te llama a ti en ese momento?
Siempre vimos la mayoría de las veces a Dios como el Rey más glorioso, poderoso, que infunde respeto y despierta nuestra reverencia. Pero en familia, con nosotros sus pequeños, está esperando esa intimidad sin tantos protocolos. Él quiere que lo abraces con el alma, y que seas consciente de que todo estará bien, que su voluntad es tu bien y tu paz. Ya lo ha demostrado bastante. Es hora de empezar a creerle, y como un niño que se abraza a las rodillas de mamá o papá, gritando de amor, nos demos la oportunidad de vivir ese momento, pero esta vez gritando ¡papito!
“¡Qué privilegio que tenemos tus hijos de llamarte ‘Papito’! Haz que podamos disfrutar de esta relación que nos propones, donde ya no somos esclavos, sino hijos, hijitos tuyos”.