Hace como 30 años, soñaba con ser diseñador gráfico. De manera informal y aprendiendo a los golpes, diagramé algunas revistas, diseñé portadas de revistas y avisos publicitarios. Unos 35 años atrás vendía libros y fantaseaba con tener una librería (la tuve por un par de años). También, como me gustaba y me gusta leer, me agradaba mucho pasar un buen rato en los escaparates de las tiendas de periódicos y revistas. Luego de muchos años pude tener lo que en Argentina llamamos un puesto de diarios.
Cuando terminé la escuela secundaria, se me dio la oportunidad de saborear una de las profesiones en las que me hubiera gustado crecer y destacarse, la de profesor. De más grande pude hacerlo por algunos años, aunque de manera limitada. Aún hoy sueño con poder enseñar por internet las cosas que fui aprendiendo a lo largo de mis 52 años.
Había un escuela muy prestigiosa y revolucionaria de periodismo en la que cursé un año, soñando con ser periodista. Y si bien esa iniciativa me acompaña aún hoy, no llegué a final de la carrera, ya que sólo cursé 1 año.
Hice mucho deporte: judo, rugby, basquet, pelota paleta, bicicleta y me dije: “voy a ser profesor de Educación Física”. Hice un entrenamiento para ingresar a la mejor escuela y aunque pude cursar parte de la carrera y sigo amando el deporte, había entrado en un trabajo muy prometedor y no me daban los horarios para cursar.
Luego me puse de novio y me casé y las prioridades cambiaron completamente. Fuí y soy emprendedor y vendedor. Me encanta vender. Si en mi mente yo compraría el producto, me pongo la camiseta y salgo a venderlo. A eso me dedico hace varios años, a la venta y al marketing. Pero sobre todo a crear. En mi mente, en el papel, haciendo estrategias o creando nuevos productos.
Hay muchas cosas que podría ser o que pudiera haber sido, pero no se pudo avanzar o sólo lo hice por un corto tiempo. Y ahora que, seguro, ya pasé la mitad de mi vida, trato de recoger el hilo y ver qué cosas quedan en mi futuro. Pero principalmente aprendí que lo importante no es lo que pude haber sido, sino lo que Dios quiere que sea.
Anduve por muchos caminos buscando mi oportunidad o siguiendo “puertas abiertas” o gustos, pero en un punto nos damos cuenta que lo que realmente importa es lo que Dios diseñó para nuestras vidas. Puede que no lo sepamos, que tengamos dudas, pero debemos seguir mirando en esa dirección. Tu propósito, si no lo hace aún, es lo que define lo que haces.
Si no lo tienes claro, busca esa claridad, porque sino vas a desperdiciar tiempo y energía y lo peor, te vas a frustrar. Para poder conocer nuestro propósito, primero tenemos que estar en contacto con Dios, el que diseñó nuestra vida. Si no oramos ni leemos la Biblia, va a ser complicado que podamos escuchar algo de Él. Es la forma en la que nos habla y no podemos escuchar si tenemos tapados los ojos espirituales.
Segundo, tenemos que mirar los dones y capacidades que tenemos. Si desafino al cantar, posiblemente no sea cantante de ópera o guitarrista famoso, es por eso que tenemos que ver qué tenemos en nuestra vida y utilizarlo.
Y tercero, el plan de Dios para nuestra vida seguro incluye el extendimiento de su Reino en la tierra, por lo que cuanto antes enfoquemos todo (sí, sí, todo lo que hacemos, estudio, trabajo, profesión, familia) a extender el Reino de Dios, antes vamos a ver nuestro propósito y ponernos de lleno a eso.
La Biblia dice: “Clama a mí y yo te responderé y te mostraré cosas grandes y ocultas que tú no conoces” (Jeremías 33:3). Por lo que estamos seguros que Él nos va a responder. Y por último nos dice, ordenando y enfocando nuestro tiempo en la Tierra: “Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, entonces todas estas cosas les serán añadidas” (Mateo 6:33).
“Señor, ayúdame a enfocarme en lo que tú tienes pensado para mi vida, mi trabajo, mi proyecto de vida y sobre todo, mi función en pro de la extensión de tu reino. Quiero ser una pieza útil en tu plan”.