Agilizar, aligerar, racionalizar. Es un concepto bastante importante en aerodinámica. Agilizar es reducir la resistencia, creando un viaje más rápido y suave. Es estudiado por ingenieros de la NASA, pilotos de líneas aéreas, constructores navales e incluso atletas. La idea es eliminar cualquier cosa que ralentice una nave o una persona. El objetivo final de la racionalización es un rendimiento óptimo y un resultado exitoso.
Me gusta la definición de Word Reference para la palabra racionalizar: “Reducción de algo a normas o conceptos racionales. Organizar la producción o el trabajo de manera que aumenten los rendimientos o se reduzcan los costos con el mínimo esfuerzo”.
Quizá sea un ejemplo extremo, pero imagínese ver a un corredor olímpico tratando de dar la vuelta a la pista para ganar una carrera… usando una armadura medieval. Probablemente le gritaríamos: “¡Quítate la armadura, te está frenando, vas a perder la carrera!”
Probablemente hayamos leído muchas historias de travesías en barco que, llegadas las tormentas o ciclones, debían desprenderse de todo el peso posible, echando toda la carga a las aguas turbulentas, hasta las provisiones que necesitarían los próximos días. Aligerar.
Eso es lo que Dios nos está diciendo, eso mismo estamos llamados a hacer en nuestra vida espiritual. Cuando el apóstol Pablo nos aconseja que “nos despojemos de todo el peso y del pecado que nos asedia”, está pidiendo que racionalicemos nuestras vidas para que podamos disfrutar de una victoria óptima.
¿Qué tipo de equipaje llevamos hoy? ¿Preocupación, ansiedad, estrés o miedo? La preocupación es el uso incorrecto de la creatividad. La ansiedad es la falta de confianza en Dios. El estrés se produce por pensar que debemos resolver todo nosotros y quizá, de última, buscamos a Dios. El temor, la duda, la indecisión: nos frenan, nos paralizan y nos impiden seguir adelante “a la meta” como dice la Palabra.
Tal vez es un hábito de pecado que no hemos eliminado. Es la idea de “¡no pasa nada, nadie lo ve!” y seguimos insistiendo en algo que nos lleva a la ruina. Sabemos que nos hace mal y nos engañamos con el falso “no puedo dejarlo” cuando en realidad es un “no quiero dejarlo” y terminamos fuera del propósito de Dios para nuestras vidas, fuera de carrera.
O la falta de perdón que ha estado oculta durante años, pero termina infectando desde adentro y echando mal olor. Y aunque nos cueste aceptarlo, esa falta de perdón termina provocando enfermedades que llegan a afectar nuestro cuerpo y nos disminuyen en nuestro potencial y creatividad.
Quizá sean rasgos del carácter que debemos corregir. O algunos malos hábitos que no llegan a ser pecado, pero provocan consecuencias que ralentizan nuestro caminar en esta vida. Tal vez la pereza, la procrastinación, la desorganización, la demora en la toma de decisiones, en fin, la lista puede ser larga y aburrida.
Sea lo que sea, ¡tomemos hoy la decisión de deshacernos de lo que nos está frenando! ¡Quitémonos de encima todo lo que nos esté obstaculizando y corramos nuestra carrera hacia la victoria! Atrevámonos a tomar decisiones radicales que nos aliviarán y facilitarán el tránsito en este mundo.
Y la mejor noticia es esta: no estamos solos en esta tarea. Dios está dispuesto a ayudarnos, guiarnos y fortalecernos en todo momento. Su sabiduría está al alcance de una petición, como nos expresa la carta de Santiago en el capítulo 1. Y la declaración poderosa que nos sostendrá en toda circunstancia es: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:19).
Repasemos el “Manual de Instrucciones” (la Biblia) y pongamos en práctica estos consejos sencillos, implementando hábitos saludables que nos fortalezcan en nuestra fe, tales como la comunión diaria con nuestro Creador a través de la Palabra y la oración; así desarrollaremos el tipo de espíritu que paralizará al enemigo y nos asegurará el tipo de victoria que siempre hemos soñado. Esta es la vida por la que Jesús murió para darnos. Esta es la vida que estamos destinados a vivir.
Aligeremos la carga y lograremos que nuestro caminar sea más ágil, nuestro trabajo más productivo, nuestra mente más creativa, nuestras metas más cercanas y fáciles de lograr.
“Lo que yo les impongo no es difícil de cumplir, ni es pesada la carga que les hago llevar”. (Mateo 11:30).
“Querido Dios, hoy tomo la decisión de despojarme de todo aquello que está frenando mi caminar en tu propósito. Dame las fuerzas necesarias para seguir adelante y cumplir con tu voluntad. En el nombre de Cristo Jesús”.
Publicado originalmente en la Antología “Camino al Cielo”, de M. Laffitte Ediciones.