Recuerdo el día en el que mi esposo me dijo: “No podemos seguir adelante, creo que cometimos un error al casarnos”. Yo estaba mirando hacia el frente, las lágrimas que caían por mis mejillas se sentían frías a pesar del cálido clima de Miami.
Para serte honesta, no me casé enamorada, tampoco mi esposo. Nos casamos de una manera impredecible que sólo tiene explicación cuando dirigimos nuestra mirada hacia Dios.
Nuestros primeros años fueron asfixiantes, tensos, dolorosos… parecía que desde la luna de miel habíamos entrado a una zona de guerra, no a un hogar. ¿Te has sentido así? ¿Conoces la sensación?
¿Qué podemos hacer?
De la fecha de nuestra gran crisis a hoy en día, han pasado varios años. Nuestro hogar fue restaurado por completo y cada vez más veo la promesa de Dios manifestándose en nuestro matrimonio. Cada tiempo que viene es mejor que todo pasado (e incluso presente) que estemos experimentando (Hageo 2:9).
Uno de mis pasajes favoritos al hablar de matrimonio está en Juan 2:10. La historia está relacionada con una boda en donde Jesús asiste como invitado. Para la época era común servir vino, pero esta joven pareja, en el momento cumbre de su celebración, se había quedado sin qué servir a las personas que estaban con ellos. Jesús, empujado por su madre, convierte el agua en vino y la respuesta de quien estaba a cargo fue una frase de admiración:
“Y le dijo: Todo hombre sirve primero el buen vino, y cuando ya han bebido mucho, entonces el inferior; mas tú has reservado el buen vino hasta ahora” (Juan 2:10).
Siempre he pensado que este milagro, además de hablar de “agua” y “vino”, trae una palabra hermosa para nuestros hogares.
Cuando Jesús está en medio de nosotros, nuestro matrimonio no se va a quedar sin el amor necesario o el combustible para ser restaurado y transformado. Él tiene la capacidad de convertir una crisis en un momento de gloria. ¡Él conoce tu corazón! ¡Él ama tu matrimonio! Él, al igual que tú, es el más interesado en manifestarse en tu hogar.
Repite conmigo esta oración basada en Juan 2:10 y Hechos 4:30:
“Padre, pongo en tus manos este devocional y el tiempo de oración que tendré por mi matrimonio. Necesito de tu amor, de tu gloria y tu favor en mi hogar. Yo creo que la salvación de mi hogar no viene de mis recursos humanos o conocimiento, sino de tu poder, de tu unción y toda la majestad que se manifestará en casa al proclamar tu nombre. Confirma tu palabra con milagros, señales y prodigios Trae tu dirección a mi vida y manifiesta tu sobrenaturalidad en nosotros”.