La amistad es la expresión más noble que todo ser humano puede ofrecer a otro. Esta se refleja en múltiples acciones que, con diversas actitudes, siendo siempre el amor la expresión que mayormente sobresale.
Según el diccionario etimológico la palabra amistad proviene del latín. Está formada con raíces latinas y significa “cualidad de amigo”. Sus componentes léxicos son: amare (amar), -icus (-ico, sufijo que indica relativo a), más el sufijo –dad (cualidad).
En este sentido, la amistad es el amor de las cualidades del individuo. Es decir: amar al semejante que aprecio, no porque sea una persona con una alta categoría social, no porque tenga riqueza o gran influencia, sino, por las grandes cualidades: como los valores, las emociones, el sentimiento, el entusiasmo o la fortaleza.
En las Escrituras leemos que “En todo tiempo ama el amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia”.
Cuando hemos tenido una enfermedad, un problema que casi nadie conoce, alguna tristeza o decepción que nos hace permanecer en un ciclo de tristeza y angustia es el vínculo más cercano quienes están allí (la familia). Sin embargo, hay quienes, por cuanto a las grandes cualidades que han mostrado y el cariño que ha crecido, es capaz de atravesar los muros de protección entre el vínculo más cercano y tú, para estar cerca; allí, a tu lado, cuando otros amigos ríen y disfrutan la vida, y quizá nadie conozca el pesar, es el amigo verdadero quien está allí.
Es claro que nadie conoce más el dolor que está atravesando que quien lo atraviesa, pero ese amigo es capaz de atravesar todo para llevar juntamente contigo, la carga. Sin embargo, actualmente existen diversas implicaciones en las amistades modernas que nos incitan a modificar nuestra forma de pensar y ser influenciado a hacer determinadas acciones que podrían ser ocasión de tropiezo espiritual.
Estos casos se dan con más frecuencia en la etapa de la adolescencia y juventud, aunque no se descarta que pueda ocurrir en la adultez. En ese tipo de amistades (consideradas malas influencias) implica dejar su individualidad para ser preso de métodos similares a los colectivistas, que de manera coercitiva buscar hacer traspasar la línea de lo correcto (según sus valores le han preestablecido).
Afortunadamente, hemos conocido a Dios, a través de Cristo, y tenemos la oportunidad de experimentar su amor y conocer su amistad. Que de manera voluntaria hemos buscado, aceptado y recibido en nuestros corazones.
La amistad con Dios tiene un beneficio muy grande. A diferencia de cualquier amistad que pudiésemos encontrar, que tiene un límite, según la cuidemos o no; seamos fieles o no o en el caso más desafortunado, llegar a la muerte. La amistad humana siempre tendrá muchas razones por las cuales podría terminar, pero son más las razones por las que la amistad con Dios podría permanecer, porque en su amistad nos está revelando parte de sí mismo: el amor.
Si tienes un amigo(a) ámalo, respétalo, pero sobre todo procura mostrarle a Cristo, ese gran amigo que siempre estará allí siempre.
“Señor, gracias por mostrarte amigo. Gracias por establecer mediante tu sacrificio, hasta dónde llega ese amor y esa amistad que no sólo queda en palabras”.