¿Qué significado tiene la presencia de Dios para tu vida? ¿Cómo puedes experimentar la presencia de Dios? ¿En qué momentos has experimentado la presencia de Dios? ¿Por qué razón no se siente la presencia de Dios?
Habitar es vivir en un lugar. Hoy sabemos que debemos vivir bajo una protección de Dios. Es nuestro lugar, es donde se llega a convertir nuestro punto de vida. De allí sale todo, de allí depende todo. Algo que es determinante saber es que la presencia de Dios no sólo es algo que se siente, sino es un sitio en donde se debe estar por estas razones:
1. La Presencia de Dios es permanente (apaga la luz y enciende una vela). La presencia de Dios permanece siempre, Él Es y Será, siempre ha sido. No ha dejado de ser. En el tiempo de Moisés el patriarca, se manifestaba la presencia de Dios a través de una nube y una columna de fuego para protegerlos y para iluminarlos. Pero la presencia de Dios era indispensable para ellos, así podían caminar. No podemos ignorar la presencia de Dios, es permanente y es una bendición para nosotros. Todos los días debemos entender que allí está Dios, que está con nosotros y quiere iluminarnos y protegernos.
2. La Presencia de Dios produce bendición (utiliza una sombrilla y un abrigo o chaqueta). Dios nos abriga con su presencia, el abrigo de Dios es una protección de cualquier trampa de Satanás. Cuando estamos abrigados estamos protegidos del clima, de la intemperie, quizá de la lluvia como cuando andamos con nuestras capas. La intemperie quizá pueda ser algún mal pensamiento, alguna tentación o algo que tenga que ver con la concupiscencia.
3. La Presencia de Dios nos da Poder. Al vivir en la presencia de Dios obtenemos poder porque Dios es omnipotente y su sombra está encima de nosotros. Por lo tanto, es como si un gigante está sobre nosotros como un enorme guardaespaldas protegiéndonos de todo y cuando el diablo quiere hacernos daño ve que hay algo grande sobre nosotros, huye. Debemos buscar la presencia de Dios en cualquier lugar para que entonces se manifieste la omnipotencia en nuestra vida, reflejemos a Cristo y llevemos el olor al Espíritu Santo.
“Señor, no quiero dejar librado al azar aquellos momentos de mi vida donde puedo buscar tu plenitud. Quiero conocerte cada día más, tu omnipresencia, tu omnipotencia, aquellos atributos que posees en favor nuestro. Y sobre todo, quiero reflejarte en mi vida, como resultado de un encuentro real contigo”.