Si hay algo que me agrada y disfruto muchísimo, es pasar tiempo en la montaña. Vivo en plena ciudad, en un paisaje de cemento puro, lleno de casas, edificios y mucha, mucha gente. Es por ello que, siempre que tengo la posibilidad, huyo a las sierras.
Mi país, Argentina, tiene muchos paisajes de este estilo: sierras bajas, sierras de mayor altura, montañas y una bellísima cordillera. Y es casi inevitable que, en medio de ellas, corran ríos o arroyos. Allí, precisamente a sus orillas, es donde más me gusta estar. Puede parecer tonto, pero hay una calma inexplicable en las aguas que corren, sean lentas o veloces.
Pero hay una situación puntual que ocurre de vez en cuando y siempre atrae mi atención, por eso te la quiero contar: es el día después de la tormenta. El día en que quedan los restos de lo que pasó y hay evidencias de que las cosas se pusieron difíciles. El río se torna más caudaloso, sucio, amarronado, repleto de ramas, troncos pequeños, peces u otros animales muertos…
Hay evidencias. Pero pronto desaparecerán. La corriente, poco a poco, se encargará de borrarlas, al punto que, en cuestión de horas, nadie notará lo que allí ocurrió.
¿No sientes que ocurre lo mismo con nuestro trino Dios? No por nada, la Palabra de Dios declara: “¡Todo el que crea en mí puede venir y beber! Pues las Escrituras declaran: De su corazón, brotarán ríos de agua viva”. (Con la expresión “agua viva”, se refería al Espíritu, el cual se le daría a todo el que creyera en él; pero el Espíritu aún no había sido dado, porque Jesús todavía no había entrado en su gloria). ¡No es raro que Jesús lo declare en términos de ríos!!!
Su Espíritu en nosotros es “ese río” que transporta vida, que arrastra lo que las tormentas han dejado, que limpia, que hace que todo se renueve. ¡Yo disfruto ese río, me agrada que ese río corra y haga su trabajo!! ¡Que se lleve el lastre, que limpie, que vuelva todo más cristalino!! ¿Y tú?
“¡Amado Dios, hoy sólo tengo agradecimiento! Al creer en Jesucristo, mi vida ha sido bendecida por el río de tu Espíritu. Y ese río de agua viva corre con fuerza, a veces, y con calma otras, pero siempre corre y purifica, limpia, sana, se lleva las evidencias de las tormentas. ¡Gracias, sólo gracias! Tu río es imparable”.