Hace unos días circulaba por la ciudad de Buenos Aires; la famosa Ciudad de La Furia, en hora pico hacia mi empleo; pero previamente tuve que hacer unos trámites y, pensé: “¿cuál es el medio más rápido para trasladarme?”
¡Claro, el subterráneo! Me tomé la línea C, luego la B; me perdí y aparecí en un andén de la línea E y finalmente llegué a destino. Al principio estaba en modo “tranquila”; pero después mi tranquilidad se transformó en ansiedad y luego en pánico. Ja, ja. Hoy me acuerdo y digo: “¡Ey! ¡Leticia, estabas aprendiendo!”
En un momento, mientras bajaba de una escalera mecánica, pensaba en todas las veces en la que nos sentimos perdidos, en que nos invade la desesperación, el miedo, la ansiedad; pero también pensaba en todas aquellas ocasiones en las que Jesús está detrás de cada situación respetando nuestra decisión y, muchas veces, esperando a que hagamos el sinfín de combinaciones hasta que volvemos a él.
Me es inevitable pensar las veces que literalmente estuve perdida, pero de verdad. No en un tren subterráneo. Y todos los caminos que usó Jesús para que volviera a la estación principal y continuar mi vida.
Quizá hoy es un día complejo. Sabes que va a ser largo, que vuelves tarde a tu casa, estás cansado; estás preocupado; pero te invito que antes de seguir tu día hagas una oración simple y digas: “Bueno, Dios, que todas las combinaciones que realicé en este día al final me lleven a ti nuevamente”.
“¡Jesús! Danos sabiduría para manejar las emociones. Que podamos depender en cada momento de ti, de tu sabiduría. Y que, ante las combinaciones del día, sigamos adelante siempre. Por qué sé qué eres Dios”.