Todos los seres humanos pasamos por tiempos buenos y otros no tanto. En estos días está haciendo mucho calor en el hemisferio norte y mucho frío en algunos lugares del hemisferio sur. En ambos casos hay personas que sufren las inclemencias de tiempo y otras situaciones más.
El libro de Habacuc, cuyo nombre en hebreo significa “abrazar”, es el octavo libro de los 12 profetas menores de la Biblia. Fue compuesto probablemente a finales del siglo VII a. C. La primera parte del libro de Habacuc expone en un diálogo con Dios, el drama de los poderes humanos, políticos y económicos, ansiosos por conquistar pueblos, territorios y riquezas y como consecuencia las víctimas tiranizadas, saqueadas y masacradas. El libro en cuestión se refiere al surgimiento de los caldeos como potencia internacional, lo cual se relaciona con la caída de Nínive y el fin del poder de Asiria. También se expresan las condenas a los explotadores, opresores e idólatras, el rechazo a la ganancia injusta y a la avaricia que se expone en estilo literario particular.
El profeta asume ser la voz de las víctimas y clama por la redención. Declara la certeza de la intervención de Dios en favor de los débiles y ratifica que la visión profética se cumplirá en una fecha concreta y si se tarda hay que esperarla, porque vendrá ciertamente y el justo por su fe vivirá.
En similitud con nuestro tiempo, también notamos la lucha por el poder, más aún en tiempo de elecciones en cada país y otras situaciones que podemos comparar con el tiempo del profeta Habacuc.
En algunas partes surge con más resonancia la voz de la iglesia para ayudar a los más necesitados y como protesta por el sufrimiento de las víctimas, en muchos casos los más pobres.
Los verdaderos cristianos se han caracterizado siempre, más en tiempo de dificultad a no bajar los brazos y por enfrentar la adversidad unidos por la fe. Así sucedió cuando vino la persecución después del Día de Pentecostés. Cuando el apóstol Pedro fue encarcelado, “la iglesia oraba fervientemente por él” (Hechos 12:4-5)-
Para los momentos de dificultad el profeta Isaías nos anima, “No tengas miedo, porque yo estoy contigo; no te desalientes, porque yo soy tu Dios. Te daré fuerzas y te ayudaré; te sostendré con mi mano derecha victoriosa” (Isaías 41:10).
¡No estamos solos! Los creyentes, además de contar con la presencia del Señor en nuestras vidas, contamos con el recurso complementario e incomparable de una persona muy especial de quien al apóstol Pablo afirma: “Además, el Espíritu Santo nos ayuda en nuestra debilidad”. Por ejemplo, nosotros no sabemos qué quiere Dios que le pidamos en oración, pero el Espíritu Santo ora por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras (Romanos 8:26).
El profeta Habacuc cierra su libro con palabra de fe y esperanza: “Aunque las higueras no florezcan y no haya uvas en las vides, aunque se pierda la cosecha de oliva y los campos queden vacíos y no den fruto, aunque los rebaños mueran en los campos y los establos estén vacíos, ¡aun así me alegraré en el Señor! ¡Me gozaré en el Dios de mi salvación! ¡El Señor Soberano es mi fuerza! Él me da pie firme como al venado, capaz de pisar sobre las alturas”. (Habacuc 3:17-19).
Hoy te animo, en medio de las dificultades por presiones sociales, enfermedades, problemas económicos, en el trabajo y/o familiares, a tomarte de la mano de Dios, entregarle a Él tu vida, seguir su camino y con mucha fe esperar lo mejor de parte de Él.
“Señor Todopoderoso, Tú lo sabes todo. Por eso, a pesar de las dificultades de este tiempo, quiero entregarme una vez más a ti, sabiendo que tienes cuidado de mi vida y de mi futuro. Aunque el presente parezca sombrío, sé que Tú vas a revertirlo”.