Desde pequeña escuché decir “No le pidas peras al olmo”, luego pude comprobar que la cosecha estaba ligada a la siembra.
Jesús nos desafía a ser sembradores, no cosechadores entusiastas. Nos invita a ponernos en acción y no sólo en oración.
Un buen sembrador se ocupa de la siembra, no se entusiasma por la cosecha. No espiritualiza la tarea más bien, forma su carácter de sembrador. Planifica, busca, se activa. Sale. Un buen sembrador elige la semilla, aunque otros vean que las tira, que las deja caer. Sabe administrarlas. siempre tiene semilla para sembrar, para comer y comercializar.
Un buen sembrador elige el lugar de su siembra, no descuida lo que Dios le ha entregado. Si Dios te desafía a sembrar es necesario aprender que: Cierta parte de tu semilla la entregarás a los que están junto al camino, aunque te parezca un desperdicio. Dios también da oportunidades a los que todavía no saben seguirle con firmeza. Siémbrala, no se roban tus sueños ni desperdician tu tiempo, sólo están poniendo a prueba tu obediencia.
Otra parte de las semillas caerán entre piedras, a personas de corazón duro, que no tienen pureza, agua, nutrición. Negligentes que dejarán que el sol los queme y se pierdan. Ellos no desperdician oportunidades, prueban tu perseverancia.
Y esa parte de semilla que te resta, la dejes en lugares espinosos, a personas que veas que empiezan a crecer y luego se detienen. Personas que les cuesta sanar viejas heridas. No están desaprovechando tu tiempo, te están ejercitando en misericordia.
Un buen sembrador que sabe elegir bien la tierra podrá visualizar los frutos y se sentirá reconfortado. Con el tiempo y la práctica comprobará que nunca la actitud de la gente interrumpirá la cosecha de su siembra.
Dios nos invita a ser obedientes por amor, no por sacrificios. Ocúpate solo de sembrar, la cosecha será inevitable. Sé un sembrador que da oportunidades a todos de tener semilla en sus manos, el resto le corresponde a Dios.
“Señor, danos el valor para sembrar tu Palabra a pesar del lugar en que la gente la reciba. Danos la entereza para seguir, aunque no veamos los frutos en el tiempo. Danos tu sentir, ser sembradores de la buena semilla que sólo se motivan en dar, entendiendo que la cosecha viene de tu mano, no de la semilla”.