¡Qué escena más curiosa! Pilato, el todopoderoso amigo del César que podía decidir la vida o la muerte, prefiere sacarse la responsabilidad de encima porque ve que puede endilgarles la decisión a otros. “¿Para qué me voy a meter en líos?”, habrá pensado, “¡si entre ellos se pelean lo suficiente!”
Inclusive debe haberse puesto un poco ansioso, porque corría el tiempo y no los veía ponerse de acuerdo, dice el relato de Juan (19:12). “Entonces Pilato trató de poner en libertad a Jesús, pero los líderes judíos gritaron: “Si pones en libertad a ese hombre, no eres ‘amigo del César’”. ¡Impresionante! Ahora los que discuten de repente se ponen, como diríamos en la actualidad, “más papistas que el Papa”. ¡Y le cuidan las espaldas a Pilato! “¡Ten cuidado lo que decides, porque le contaremos al César!”
Al final, Pilato tal “como habían pedido, puso en libertad a Barrabás, el que estaba preso por levantamiento y asesinato. Y les entregó a Jesús para que hicieran con él como quisieran”, dice en Lucas 23:25.
¡Ahora lo tienen en sus manos! ¡Por fin! Los religiosos van a tomar decisiones en los asuntos para los que se prepararon toda la vida y de los temas que ellos saben discutir. A estos líderes religiosos no les importa mucho cómo queda su reputación ante la mirada de Pilato y mucho menos de César. Es más, los miran con menosprecio, ellos son “el imperio”, “el mundo”.
Leyendo estos pasajes de la Biblia, pensaba que muchas veces no es el estado opresor, sino los propios líderes religiosos y sus/nuestras discusiones internas, los que incitan a crucificar a la persona equivocada.
En la era de la post-verdad discutimos entre creyentes delante de la tribuna que sea y nos sacamos los ojos en redes sociales, mientras el “mundo” mira azorado y se felicita por no tener nada que ver con nuestros líos. “Si así se tratan entre ellos…!”, piensan nuestros Pilatos contemporáneos.
Estamos en tiempos muy convulsionados en todo el mundo, los extremos son cada vez más extremos, el diálogo es cada vez menos personal y más posicional. Enfrentamos una vez más el mismo dilema ante el que nos puso Pilato: “¿a quién van a soltar?”
Jesús sigue ahí, parado, mirando, esperando que ejerzamos nuestra libertad de hacer con Él lo que queramos. Y Barrabás presiona, tiene una sonrisa dibujada en el rostro y espera nuestro voto favorable. Estamos en la era de la post-verdad levantando la bandera de ¿La Verdad? ¿A quién vas a soltar?
“Señor, danos sabiduría para no caer en la trampa de la post-verdad que hace que liberemos a los barrabases de la vida. Haz que las situaciones límites en las que nos pone este mundo tan alocado no nos hagan tomar decisiones equivocadas”.