Un vecino de mi barrio estuvo en tiempos de reforma en su casa. Los albañiles dejaron una abultada pila de grandes escombros sobre su vereda, justo enfrente de su entrada. El señor, que no estaba dispuesto a gastar ni un solo céntimo más en mano de obra, comenzó cada día al salir para su trabajo a levantar una de esas pesadas piedras y a trasladarla hacia otro sitio.
La tarea parecía gigantesca y al mismo tiempo, absurdamente insignificante ante tal desafío. Sin embargo, cada mañana la pila de cascotes comenzó lentamente a bajar, hasta desaparecer.
¡Cuántas veces en nuestra vida nos enfrentamos a obstáculos que no nos dejan salir y parecen imposibles de atravesar!
Demasiado alto para saltarlo.
Demasiado difícil para aprenderlo.
Demasiado duro para demolerlo.
Demasiado espeso para atravesarlo.
Demasiado pesado para levantarlo.
Demasiado triste para superarlo.
Demasiado…
Demasiado…
Imagino que así también se habrán sentido los israelitas cuando estaban frente al mar o cuando debían conquistar la tierra prometida y se toparon con los tremendos muros de Jericó. Tal vez, los discípulos de Jesús sintieron lo mismo cuando con cinco panes y dos peces recibieron la orden de dar de comer a una multitud.
A pesar de sus sentimientos con respecto a la tarea asignada, cuando comenzaron por fe a obedecer en lo poco, el milagro se hizo a través de sus manos: la multitud fue alimentada, el mar se abrió y los muros cayeron.
No sé cuál sea el “demasiado” que te tiene paralizado, pero ¿por qué no creer que ocurrirá lo mismo con él?
Puedes tomar su ejemplo y levantarte. Quizá la montaña de viejos escombros no baje de un día para otro y es lo más probable. Sin embargo, si cada día dieras un paso por fe, si te dirigieras hacia el montículo y con las fuerzas del Señor sacaras una piedra por día, en obediencia… Estoy segura de que como ocurrió con mi vecino, tu montaña será allanada.
¡No desistas! Sólo una piedra por vez…
“Señor, nada es demasiado cuando tú estás de nuestro lado. Haz que podamos sacar esa piedra que entorpece nuestro avance, día a día, hasta que el montículo de obstáculos desaparezca”.