Creo que a veces hay una confusión cuando los cristianos usamos frases como “No me juzguen” o “Gracias por no juzgarme” o “aquí no juzgamos a nadie” u “odio el JUZGO de naranja y zanahoria” (jaja).
Son frases muy escuchadas. Pero mal usadas en muchas ocasiones. Cuando la Biblia habla de “no juzgar a los demás”, se refiere a no juzgar intenciones y motivaciones del corazón. Es decir, no adivinar o predecir las intenciones reales que subyacen, según nosotros, tras el comportamiento o las decisiones de los demás.
Por ejemplo, no tengo derecho de pensar que alguien acepta una posición de liderazgo con el fin de hacerse rico; no puedo concluir que alguien se hizo amigo de otra persona, para utilizar sus influencias en provecho propio; no soy quién para afirmar que alguien se hace miembro de una organización para satisfacer ambiciones personales. Eso es juzgar: Es arrogarse el conocimiento del corazón y el sentir de otro.
Ahora bien, he visto en los últimos años usar la frase como una equivocada defensa, a la hora de confrontar bíblicamente a alguien por una mala decisión o un comportamiento inadecuado. Es decir, alguien se está equivocando o intencionalmente va en contra de lo que Dios nos pide, y a la hora de hablarle para cumplir el mandato bíblico de “hablar la verdad en amor” (Ef. 4:15) obtenemos la respuesta “no me juzguen”.
Es que eso no es juzgar. Hablar con alguien para animarlo a crecer espiritualmente dejando un mal hábito no es juzgar. Marcar que un comportamiento, por ejemplo, desatender tu pureza sexual no te hace bien, no es juzgar. Es exhortar. Es servir al otro ayudándolo a buscar un mejor camino. No es condenar, cosa que está reservada sólo a Dios. Quien hace esto en amor no persigue hacer sentir mal ni culpable a nadie, sino contribuir al crecimiento espiritual.
Así que quisiera animarte a usar esta perspectiva desde los dos lados del mostrador. Cuando veas a alguien yéndose al barro, cuando te enteres de que un amigo está decidiendo algo que le puede hacer mal, no temas hacérselo ver. Quizá Dios te puso ahí justamente para que lo ayudes. Y cuando alguien se te acerque a marcarte algo, recibe lo que te dicen, si es que tiene fundamento. No te pongas a la defensiva con un “no me juzgues” para salir del paso. Crece.
“Señor, haz que tenga la madurez suficiente como para comprender que quien me exhorta y me corrige, no está emitiendo juicio contra mí. Ayúdame a crecer, a madurar en tu camino”.