En cierta oportunidad el Señor se acerca a la vida de un joven que estaba a punto de vivir uno de los momentos más claves y trascendentes de su vida: heredar de su Padre, el Rey David, el trono para gobernar al pueblo de Israel. Su nombre era Salomón.
El Señor le hace una propuesta que, sospecho, a ti y a mí nos resultaría sumamente atractiva y apetecible: “Pide lo que quieras que yo te dé”. En ese momento, permíteme imaginarlo, Salomón proyecta dos miradas: una hacia adelante y una hacia él mismo. Cuando mira hacia adelante se encuentra con un desafío que le quedaba demasiado grande: gobernar al pueblo de Israel, que hasta ese momento lo había hecho su padre: un hombre conforme al corazón de Dios. Pero también miró hacia él mismo y se vio joven e inexperto. Es entonces que pide únicamente sabiduría para gobernar.
No me llama tanto la atención su pedido, sino la reacción de Dios frente a su pedido. El Señor le explica que por cuanto no pidió ni riquezas, ni gloria, ni muchos días, ni la cabeza de sus enemigos, Él le daría la sabiduría pedida más aquellas cosas que no había pedido. Dice más adelante el texto, que no hubo en todo Israel un rey tan sabio como Salomón. Entiéndeme, no fue perfecto, cometió pecados, pero mirando su vida de manera integral, ésta estuvo signada por la sabiduría.
Quisiera llevarte a pensar en cuatro consejos sabios que este rey sabio nos dejó en la Palabra. Cuatro consejos que nos llevan a hacernos cuatro preguntas a modo de autoevaluación:
1. Proverbios 4:23: “Sobre todas las cosas, cuida tu mente, porque ella determina el rumbo de tu vida”.
Este primer consejo debería invitarnos a la siguiente pregunta: ¿Qué estoy pensando?2. Proverbios 4:24: “Evita toda expresión perversa, aléjate de las palabras corruptas”.
¿Por qué no te preguntas “cómo estoy hablando”?3. Proverbios 4:25: “Tus ojos miren lo recto, y diríjanse tus párpados hacia lo que tienes adelante”.
Yo me preguntaría: ¿Qué estoy mirando?4. Proverbios 4:26: “Examina las sendas de tus pies, y todos tus caminos sean rectos”.
Este último consejo nos lleva a una última pregunta: ¿Por dónde estoy caminando?
El Rey David hizo esta oración en el Salmo 90:12: “Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría”.
¡Hagamos de este ruego nuestra oración!
“Señor, permíteme vivir de tal modo que cuando mire hacia atrás descubra que no fui perfecto, que no fui sin pecado, pero que mi vida estuvo signada por la sabiduría”.