¿Obedecemos a Dios por quien es Él o por miedo a las consecuencias que trae la desobediencia?
Mi hija abrió el primer cajón de la cocina, que queda más alto que ella y ya le había explicado antes que era mejor que no lo abriera porque al ser más alto que ella, al no tener equilibrio aún, se podría lastimar. En efecto, ahí iba cerrando el cajón por su dedito. Cuando la abrazo para contenerla mientras busco “yelito” (hielito) como dice ella, me salen estas palabras: “Mamá te había dicho que no abras ese cajón y mira cómo te pinchaste el dedito por abrir”. Automáticamente pensé, “¿realmente quiero que me obedezca por miedo a lo que le pueda pasar si no ‘hace caso’? ¿O que obedezca porque entiende que soy su madre, su cuidadora, su protectora y a quien debe honrar?”
Es verdad que mi hija está en una etapa de desarrollo donde necesita explorar, porque así funciona, entre otros temas que no profundizaré porque el enfoque ahora es otro. Quizás nosotros, como hijos de Dios, tengamos también una etapa similar en esta carrera pero al ir madurando, nuestra obediencia debe ser por honrar a quien nos dio la vida, porque Él es nuestro protector, nuestro cuidador… ¡porque Él es!
(Animo a los padres a reflexionar sobre esto en cuanto a la crianza de nuestros hijos. Algo que voy aprendiendo es justamente cómo se relaciona la vida cristiana con la crianza).
“Mi oración es que Él sea más en mí cada día, que ni siquiera piense en las consecuencias de la desobediencia ni el miedo a ellas, sino que solo mire a quien es. Y mi obediencia sea por quién es Él y por lo que Él es.