Hace 10 años tuvimos un accidente en el cual dos de mis hijas fallecieron, historia que el Señor me permitió contar en el libro que escribí llamado “Bajo sus alas”. En ese entonces, la psicóloga, a modo de terapia, nos recomendó traer a casa un perro y así lo hicimos al año siguiente. Como yo en ese momento seguía ocupándome de los controles con mi hijo y los míos, tuve un par de intervenciones más y cuando estábamos sanos, quedé embarazada de mi hijo más chic. Luego, la crianza, y pasado todo vimos que mi perra Nala, es “la perra”; había cumplido su función de compañera y pensamos en cruzarla para quedarnos con un cachorro de ella.
Un domingo, empieza con trabajo de parto, pero no pasó nada. El lunes, de regreso de la casa de mi madre, estaba muy preocupada por la perra y mientras caminaba el Señor me dice, “No temas, yo te ayudo, yo te sostengo, yo estoy en control”. Al llegar, lo compartí con mi esposo y sentí paz. Al día siguiente le hicimos una ecografía y estaba todo bien.
El día miércoles tampoco tuvo, el jueves a la mañana la llevamos al veterinario nuevamente, le hicieron tacto y no estaba nada dilatad. Me recomendaron una clínica veterinaria y que le haga una cesárea. Por supuesto que veníamos orando antes de que empiece con su trabajo de parto durante y en ese momento. Al llegar, la recepcionista nos dice: “están de suerte, está el cirujano”. Claramente nosotros sabíamos que era Dios en control. No había nadie más así que pasamos y cuando nos ve le contamos. Él nos dice que eso es un día a día y los cachorros podían están muertos, que vayamos a hacerle una ecografía. Le dije que no quería perder más tiempo, y que la opere. Le preguntó a mi esposo si estaba de acuerdo, él dijo que sí y le dejamos la perra.
Mientras iba hacia mi trabajo, oraba: “Señor, me dijiste que estás en control, que no tema, pero te entrego todo temor de que le pase algo a mi perra y sus cachorros y me dijiste que me ayudabas, te necesito para atravesar este momento”. Estuve dos horas sin novedades y cuando finalmente sonó el teléfono, la perra y sus cachorros estaban bien, de hecho, era el momento perfecto porque los perros habian nacido un poco deprimidos. Realmente habíamos sido guiados por Dios, y Él es fiel.
Una semana después, mi hijo mayor quedó internado y yo con él. El sábado estuvimos en la guardia hasta las 6 AM; tenía mucho dolor abdominal. Luego regresamos el lunes porque el dolor persistía. Hoy es el tercer día y siempre tuve paz. Otra vez ese versículo venía a mi mente, nunca tuve temor, sólo estaba constipado y le dieron medicación desde ayer y mientras escribía estas líneas todavía no había pasado la ronda médica. Ayer le sacaron el suero y hoy, luego de estar terminando este devocional, él pudo movilizar su intestino varias veces. Pasaron los médicos y me dijeron que nos vamos de alta; nuevamente él me ha sostenido, me ha ayudado.
“Señor Jesús, te damos gracias por estar siempre acompañándonos en cada momento de nuestras vidas. Cuando el temor asecha y cuando estamos tranquilos, tu Palabra no cambia y nos sostiene. Gracias por hablarnos y hacernos sentir tu presencia cada día. Oramos para que cada lector reciba esta palabra y pueda entender que no está solo”.