Este es uno de los pasajes del Nuevo Testamento que se destaca por las enseñanzas vitales que tiene sobre la vida cristiana. Jesús dijo: “Yo soy la vid y vosotros los pámpanos o las ramas. Así como las ramas dan fruto por estar estrechamente conectadas con la vid, también ustedes serán fructíferos por el hecho de permanecer en mí”.
En el Antiguo Testamento se usa como un símbolo de la nación de Israel. En el Salmo 80:8 se compara a Israel como una vid que fue traída de Egipto y plantada en la tierra de Canaán. En Isaías 5 el Señor compara a Israel con una viña plantada en una ladera fértil, bien cuidada y protegida por sus dueños. La había plantado en un buen lugar y le había edificado un lagar, esperaba que diese uvas, pero algo sucedió en el camino: dio uvas silvestres, uvas salvajes, uvas que no tenían un buen sabor. “¿Qué más podría hacer por mi viña, que no haya hecho ya? ¿Por qué, cuando esperaba uvas dulces, mi viña me dio uvas amargas?” (v.4).
En Jeremías 2:21 hay una amonestación similar respecto de Israel. “Pero fui yo el que te planté, escogiendo una vid del más puro origen, lo mejor de lo mejor. ¿Cómo te transformaste en esta vid corrupta y silvestre?” Israel se corrompió como nación, no produjo buenos frutos, no produjo frutos de calidad, pero ahora llega Jesús. Unas pocas horas antes de morir en la cruz, Jesús dice de sí mismo: “Yo soy la vid verdadera”, y promete producir frutos por medio de sus discípulos. Juan 15:5 nos dice: “Ciertamente, yo soy la vid; ustedes son las ramas. Los que permanecen en mí y yo en ellos producirán mucho fruto porque, separados de mí, no pueden hacer nada”.
Cuando hemos recibido a Jesús como nuestro Señor y Salvador, hemos sido injertados en la vid verdadera. Dios nos da el privilegio de pertenecer a su familia por medio de Jesucristo para que podamos dar muchos frutos. Sino producimos ningún fruto somos como ramas inútiles.
La madera de las ramas solo sirve para dar fruto cuando está conectada a la vid. Usted no puede construir una casa con esa madera, esa rama, excepto para dar fruto, no sirve para otra cosa.
De esta enseñanza de Jesús podemos decir que todo verdadero creyente da fruto por el simple hecho de estar unido a la vid. Si no da fruto, entonces no es un buen creyente. ¿De qué tipo de fruto el Señor nos está hablando? ¿Cuál es la clase de fruto que debe producir un verdadero creyente? Veamos algunos indicadores:
Primero: el fruto es la marca distintiva de un verdadero cristiano. Juan 15:8 nos dice “en esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto y seáis así mis discípulos”. El fruto es la prueba, es la evidencia de lo que realmente decimos ser. Jesús dio a entender que el árbol se conoce por el fruto. (Mateo 12:33).
Segundo: el fruto que el Señor nos habla aquí es un estilo de vida que caracteriza al verdadero cristiano. La relación íntima con Jesús es fundamental para dar buen fruto.
Tercero: Jesús también nos muestra que este fruto no siempre se produce de la misma calidad. El Padre purifica las ramas, las poda cuando es necesario, para que lleven o den más fruto.
Cuarto: Jesús nos enseña en este pasaje que el fruto que produce el creyente es aquel que glorifica al Padre.
La vida de los creyentes puede traer gloria al Padre únicamente porque Jesús mora en ellos y obra a través de ellos. Es Jesús el que glorifica al Padre, porque Él es la gloria del Padre. De modo que cuando Jesús manifiesta su vida en nosotros y a través de nosotros, Dios el Padre es glorificado en nuestras vidas.
Si nosotros estamos unidos a Jesús, de la misma manera que las ramas están unidas a la vid, esa es la razón por la cual podemos dar fruto para la gloria de Dios. Es la vida de Jesús que fluye a través de nuestra vida la que glorifica a Dios.
¿Cuál es, entonces, el fruto que caracteriza la vida de todo creyente verdadero? Alguien lo ha definido con estas palabras: “Es la vida de Jesús en mí, siendo vivida y manifestada a través de mí”.
La vid y los pámpanos: El hecho de que las ramas están conectadas con la vid, hace que la sabia de la vid que fluye por el tronco llegue a las ramas y fructifiquen para que produzcan uvas. Las ramas no pueden producir por si solas ni un solo fruto por más que lo intenten.
Si Jesús es la vid y nosotros somos las ramas conectadas a él, vamos a producir las características de la vida de Jesús, el carácter de Jesús. El apóstol Pablo decía: “con Cristo estoy juntamente crucificado, mas ya no vivo yo, sino que ahora Cristo vive en mí, y lo que ahora vivo en la carne lo vivo en la fe del hijo de Dios el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20). Es la vida de Jesús reproduciéndose en mí. Él es la vid, yo soy simplemente la rama.
¿Cómo te identificas con Jesús, tu Señor y Salvador? ¿Cómo es tu relación con Jesús? ¿Qué clase de fruto estás produciendo? ¿Cómo te imaginas a Jesús viviendo en nuestro tiempo y en nuestro barrio junto con sus discípulos? ¿Cómo sería tu actitud como parte del grupo selecto de los discípulos de Jesús?
“Señor, haz que el fruto de mi vida glorifique al Padre siempre y con quienes me relaciono sean siempre bendecidos”.