Esta frase tan simple esconde dentro de sí una profundidad que puede transformar nuestra vida. Parece ser que estar dormido físicamente puede diferir a estarlo espiritualmente.
Dormir es una actividad que es esencial para la vida. En los momentos de descanso se reparan tejidos, otros crecen, se consolidan la memoria y el aprendizaje, entre muchas otras funciones fisiológicas y psicológicas. Una persona es incapaz de estar más de diez días despierta sin sufrir graves consecuencias, hasta su vida corre peligro. Ya a las setenta y dos horas sin dormir pueden experimentar alucinaciones y problemas de coordinación motora.
¿Por qué entonces Jesús, en las últimas parábolas registradas previas a su paso por la cruz (Mateo 24:42-51 y Mateo 25:1-30) parece que nos insta casi a una paranoica espera que prohíbe el sueño?
Creo que esta pregunta se responde con esa frase de Cantares: físicamente dormidos, espiritualmente avivados. La palabra ur es la que tenemos traducida del hebreo en Cantares como “velaba”. Puede también ser utilizada como alzar, despertar y avivar.
Las diez vírgenes se durmieron, sólo cinco pudieron responder al llamado correctamente. Los siervos que entendieron la espera fueron recompensados, el que no fue castigado.
Entender los términos de la espera hace que nuestra espiritualidad no se centre solamente en el hoy, sino también en aquello que viene. La esperanza, por lo tanto, es un factor clave en el desarrollo de esto. Es por una espera certera y avivada que somos capaces de velar. Aquel que esperamos, ese amado que viene por nosotros y lo que provoca en el ambiente, es lo que mantiene nuestro corazón despierto.
Recuerdo de mi niñez cómo eran las noches previas a mi cumpleaños, Navidad o cualquier fecha que involucre regalos. Trataba de quedarme despierto lo más que podía y levantarme lo más temprano que me salía porque no quería perder ni siquiera un minuto de tiempo.
Hoy nuestro desafío es recuperar ese mismo entusiasmo de un niño, esa espera inocente llena de expectativa. Es también cultivar un corazón avivado que está listo para ser despertado en medio de la noche para recibir revelación de parte del Espíritu. Después de todo, ¿qué regalo hay más grande que Jesús?
Quizás es en el medio de la noche que vas a ser movido o movida por Dios para interceder, ungir tu casa o incluso escribir (tal como lo estoy haciendo yo ahora).
¿Pero por qué privarse del sueño? ¿Por qué hacerlo de madrugada y no esperar al día siguiente?
Honestamente no lo sé. Lo que sí estoy seguro es que espero al Rey. Espero ver su mano moverse. Quiero ver el Reino en la tierra. Por eso mismo, en el momento en que se escucha el clamor de “ahí viene el novio” (u “orá ya por tu familia”) hay que despertar y responder al llamado.
“Señor Jesús, oro porque nuestros corazones se despierten. Oro que podamos salir del éxtasis del entretenimiento sin sentido para meternos en el avivamiento de destino y propósito. Es tiempo de despertar nuestras almas. Es tiempo de esperar al Rey”.