Todo cuanto vivimos tiene un propósito. Es común que cuando estamos sumergidos dentro de las crisis no podamos ver lo bueno, pero dentro de cada pérdida hay ganancias y dentro de cada proceso de enfermedad hay aprendizajes. Cuando el alma llora por lo que está perdiendo, el alma ríe por lo que está ganando.
Las enfermedades y las pérdidas son parte de la experiencia de transitar por este camino llamado “vida terrenal”. Todos las hemos vivido de una u otra forma. Son vivencias comunes, pero estar en estado de aflicción por ellas es una decisión. Las angustias, los temores, las inseguridades, las vivencias y las emociones que presentan las enfermedades o las pérdidas son muchas. Como seres humanos tenemos nuestras fragilidades y podemos quebrantarnos ante diferentes eventos. En nuestra humanidad podemos turbarnos, pero es bueno saber que siempre podemos contar con la providencia del Señor.
Muchas de las experiencias tristes que llegan a nuestra vida ocurren sin nosotros tener control de ellas, pero siempre será nuestra decisión la forma en que las manejamos. Con el pasar del tiempo logramos comprender con un nivel mayor de claridad que tanto las enfermedades como las pérdidas pertenecen a un rompecabezas bien grande que no conocemos por completo cuando estamos en el valle de sombra del dolor. Pero ese rompecabezas un día cuadra por completo.
Es una enseñanza muy gloriosa ver cómo Jesús manejó la pérdida de su amigo Lázaro.
“Aunque Jesús amaba a Marta, a María y a Lázaro, se quedó en donde estaba dos días más.” (Juan 11:5-6). ¿Por qué no respondió inmediatamente el llamado de las hermanas por la enfermedad de Lázaro y llegó cuando ya estaba muerto? No siempre entenderemos lo que Dios hace o permite. Pero nunca debemos dejar de confiar en sus motivos. Siempre podemos confiar en su carácter y su corazón. Él nos ama. Nos ama tanto como para quedarse “dos días más”. Nos ama tanto como para llevarnos al lugar en donde veremos su gloria (Juan 11:4, 14-15). Nos ama tanto como para esperar a que un milagro mayor suceda.
En la escena de la muerte de Lázaro, el Señor lloró porque sintió compasión, lo que nos hace ver que aun siendo el Maestro una figura pública ministerial se dio el permiso de sentir y de ventilar sus sentimientos, sin importarle que otros lo vieran. Pero asumió control de la tristeza cuando decidió creer que eso que estaba ocurriendo servía para que otros creyeran en el Poder de Dios. Jesús, en medio de su tristeza, experimentó la seguridad de que el Padre estaba en control, que no le fallaría, y tuvo la confianza de que al final todo estaría bien. Hacía cuatro días que Lázaro estaba muerto, su cuerpo ya apestaba, pero el Señor, después de las lágrimas, creyó que Dios estaba trabajando a favor de su consolación y que la vida se manifestaría.
Disfrutar del gozo de la consolación es una elección que solo nosotros podemos tomar. No depende de ninguna otra persona. De hecho, es una elección que varias veces en mi vida he tenido que trabajar. He atravesado por el diagnóstico de cáncer en mi esposo y también en mi cuerpo. Ambos somos sobrevivientes de esta compleja enfermedad que puede provocar un garabato en nuestras mentes cuando recibimos el diagnóstico. Pasé la experiencia de la muerte de mis padres con ocho meses de diferencia entre uno y otro. He tenido la pérdida de bienes materiales por un fuego en mi casa. Sin embargo, hoy puedo afirmar que en cada una de esas vivencias vi al Señor obrar de manera extraordinaria. Me han revelado aspectos del carácter de Dios que no conocía y me han conectado con fortalezas internas que no sabía que tenía y eso hace que mi alma rebose de gratitud.
Cuando cultivamos una actitud de agradecimiento, independientemente de nuestras circunstancias, somos más felices y fuertes espiritualmente. A través de los Evangelios identificamos que Jesús fue una persona que demostraba agradecimiento al Padre celestial. De hecho, antes de que se manifestara el milagro de la resurrección de Lázaro, ya Jesús había dado gracias al Padre porque lo había escuchado. Aquí está manifestada una enseñanza sobre la gratitud: Debemos dar gracias a Dios de forma anticipada por el milagro que estamos esperando. Lázaro todavía no había salido del sepulcro, sólo habían quitado la piedra, pero ya daba gracias porque sabía que Dios lo resucitaría. Por esto es que, en la escena de la muerte de Lázaro, los que estaban alrededor de Jesús, estaban frustrados, desconcertados, ansiosos, mientras que el Señor estaba en paz.
Nuestro amado Señor Jesús tenía total convicción de que un hombre que estaba muerto, envuelto en ataduras, obedecería la orden de salir fuera del sepulcro. En efecto, manifestó el Poder incomprensible de quien está por encima de las leyes de la ciencia. La muerte se hizo vida.
La manifestación de los milagros era una de las formas en que el Padre Celestial dio testimonio de la deidad de Jesús. En algunos casos sanó a las personas al instante, en otras vemos que fue un proceso. Sea en una forma o en otra, debemos mantener activa la gratitud y la confianza. Ciertamente, he aprendido a dar gracias y a depender del amor del Señor y deseo con toda mi alma y con todas mis fuerzas que puedas hacerlo tú también. Reconozco que no es fácil. Puede ser bien difícil. Pero la paz que brinda el descansar en su divina gracia es sin igual.
En cuanto al manejo de las pérdidas es importante tomar el tiempo necesario para vivir el proceso de duelo. Hay que darse el permiso para sentir las diferentes emociones y reacciones que trae consigo la pérdida. Cuando reprimimos lo que sentimos se puede convertir más adelante en un problema mayor.
El proceso de duelo no sólo requiere la capacidad de soltar, y tener la valentía de superar el pasado. Sino que nos reta a profundizar en las relaciones de vida, incluso en nuestra propia existencia. Si en algo nos ayuda el tránsito del duelo es a reflexionar sobre los aspectos que son verdaderamente importantes. Nos confronta con la realidad de la vida. Por lo tanto, el duelo no debe ser visto únicamente como una consecuencia inevitable ante las pérdidas, sino puede asumirse como un reto que nos abre una oportunidad al crecimiento y transformación personal que permite y facilita la adaptación a la nueva realidad. Además, es un recurso eficaz para nuestro crecimiento espiritual.
Pasar por pérdidas nos lleva a vivir diferentes etapas. Esas fases suelen ser dinámicas, pero se ha encontrado que la mayoría de las personas las atraviesan en el mismo orden. Estas etapas son las siguientes.
Negación: Es difícil creer lo que se está viviendo.
Ira: En esta etapa puede darte coraje con la persona que se fue, coraje con Dios o coraje contigo mismo.
Tristeza: Es el tiempo de llorar y drenar el dolor emocional. Se manifiestan sentimientos de desesperanza e impotencia.
Negociación: Es un proceso en el que se descubren los beneficios y aprendizajes de esa pérdida.
Aceptación: Se ha reconciliado la pérdida y se hace un cierre emocional saludable sobre la experiencia. Se aprende a vivir con la pérdida.
Consejos para enfrentar una pérdida significativa:
-Expresa y acepta tus sentimientos.
-Date tiempo y permiso para estar triste.
-Acepta el apoyo de amistades y familiares.
-Evita el aislamiento.
-Cuida tu salud.
-Haz ejercicios y come de manera saludable.
-Recuerda los buenos momentos.
-Planifica actividades gratificantes; sin sentir culpa.
-Únete a un grupo de apoyo.
-Solicita ayuda profesional de ser necesario.
-Habla de tu duelo. El hablar sobre tu pena te ayudará a sanar. Busca aquellos que te permitirán hablar cada vez que deseas desahogarte.
-Siente la multitud de tus emociones.
-Sé tolerante con tus límites físicos y emocionales. Tus sentimientos de pérdida y tristeza te pueden fatigar. Respeta lo que tu cuerpo y tu mente te dicen.
-No reprimas los sentimientos del duelo. Algunas veces sentirás una enorme pena. Te puedes amedrentar pero es normal.
-Mantente firme en la fe de que llegará el momento en que te sentirás diferente, con paz y resignación.
Sea que estés atravesando un diagnóstico de salud u otro tipo de pérdida, te invito a que escojas ser libre. Que seas libre del dolor, la incredulidad, la desesperanza, las iras y los temores. Que decidas no seguir sufriendo de forma intensa por cosas que no pueden ser cambiadas y que ejerzas autoridad sobre aquellas que si puedes hacer la diferencia. Dios quiere hacer algo nuevo dentro de ti. Hoy se abre una brecha. ¡Cuentas con Jesús!
Citas Bíblicas:
“Oyéndolo Jesús dijo: Esta enfermedad no es para muerte, si no para la Gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella”.
(Juan 11:4)
“Habiendo reunido a sus discípulos les dio poder y autoridad sobre todos los demonios y para sanar a los enfermos”.
(Lucas 9:1)
Oración:
Padre Celestial.
Te doy gracias por la vida y por tus bendiciones. Me tienes de pie más allá y por encima de las circunstancias. Soy testigo de tu amor, cuidados y protección. Eres mi refugio, mi torre fuerte y mi escondedero.
Mi vida está llena y completa por tu dulce gracia.
Señor y Dios mío, te pido que Tú seas siempre mi escudo ante cualquier peligro y enfermedad. Creo en tus milagros. Tengo la seguridad de que no hay nada imposible para ti. Por favor derrama sobre mi alma y sobre mi cuerpo tu bendición con paz.
Todo mi interior rebosa de gratitud por no permitir que mi corazón se turbe, ni tenga miedo ante las noticias que llegan a mi vida.
Gracias Señor por la salud, por darme la oportunidad de vivir un nuevo día.
En el Nombre poderoso de Jesús.
Amén