La diverticulosis es una enfermedad que se da en el intestino, ya que se hace débil la pared del músculo intestinal y se forman diferentes bolsas a las que llamamos divertículos. Imaginemos que uno agarra la masa cruda de la pizza o el pan, aprieta con la mano y entre el medio de los dedos salgan como globitos: esos serían los divertículos. Cuando estos sacos o bolsas se llenan de materia fecal, que, en traspaso a ser evacuadas, ingresan y se alojan allí, provocan una infección e inflamación, se le llama diverticulosis.
David, un hombre que, si bien era considerado por Dios una persona conforme a su corazón, no dejaba de tener humanidad. Malo, pecador, asesino, abusador, mal padre y muchas cosas más podrían definir a este “Rey de Israel” del cual vendría el Mesías. David tenía divertículos en el corazón, cosas que solucionar, podredumbre que sacar de su vida pasada que aún él no había perdonado de sí mismo.
En nuestras vidas hay situaciones que creemos que hemos perdonado, o solucionado, pero cuando en el corazón se encuentran estos diminutos huecos, sin querer alojamos pequeños fragmentos del pasado que aún no soltamos.
Mi papá, pastor hace 25 años ha usado una canción para ilustrar el corazón de muchos. Él Cantaba: “Tengo el corazón con agujeritos, y no me lo puedo curar, se me está muriendo de a poquito, con cada dolor, se muere más”.
David tenía un pasado tenebroso, pero también una promesa gloriosa, en la vida el pasado no se olvida, pero sí se acepta para luego perdonar y perdonarnos.
Uno de los remedios para la diverticulosis es la trimebutina. Esta relaja en tracto intestinal para que todos los desperdicios puedan ser evacuados sin dolor e inflamación. El Espíritu Santo actúa de esa forma dándonos paz, gozo, templanza, mansedumbre, fe, paciencia, dominio propio, amor y tantas características más que relajan nuestro corazón y permite que procesemos nuestro pasado de la mejor manera.
“¡Crea en mí, oh, Dios, un corazón limpio! Sólo Dios puede limpiar tu corazón, sólo Él puede restaurar tu vida a pesar de tu pasado.
David no era su pasado, David era la raíz de una simiente que debía nacer. Tú no eres tu pasado, ni las circunstancias que viviste te condicionan a eso; tú eres las promesas de Dios, tu ser se asienta en su propósito eterno, y la esperanza que no avergüenza, sino que añade paz.
También nos alegramos al enfrentar pruebas y dificultades porque sabemos que nos ayudan a desarrollar resistencia. Y la resistencia desarrolla firmeza de carácter, y el carácter fortalece nuestra esperanza segura de salvación. Y esa esperanza no acabará en desilusión. Pues sabemos con cuánta ternura nos ama Dios, porque nos ha dado el Espíritu Santo para llenar nuestro corazón con su amor.
“Jesús amado, gracias por tu Espíritu Santo, gracias por limpiar nuestro corazón, por no calificarnos ni definirnos por el pasado, sino hacerlo por tu propósito, tu plan, tus pensamientos de bien definen nuestra vida, cubre todo hueco. Rellénalo con tu presencia”.