Es indiscutible que estamos atravesando un momento difícil en la Argentina. Rodeados de un sinfín de situaciones que entristecen nuestro corazón; sin ir más lejos nuestro tan sencillo andar diario. Y terminan generando quizá, una falta de confianza en quién creemos.
En la mañana me desperté, y como un acto reflejo tomé mi celular (herramienta que en estos tiempos es indispensable, pareciera) y un Tik Tok lo primero que me hizo escuchar fue la canción que se hizo conocida con el dichoso y tan festejado mundial. ¡Sí, lo sé! ¿La estás tarareando?
“Y no tengo pensado hundirme acá tirado,
Y no tengo planeado morirme desangrado,
Y no-oh-oh, no me pidas que no vuelva a intentar,
Que las cosas vuelvan a su lugar”.
Esta estrofa me llevó a pensar en la Palabra. Justamente en los Salmos. Creo que no tenemos la magnitud de lo que Dios es en nuestra vida día a día. La palabra constantemente nos lleva a saber a quién le pertenecemos; quién vela por nuestro andar, vestir, comer y quién se preocupa por el mañana. Y sí, es Dios. Es Jesús. Es el Espíritu Santo. Quienes mientras nosotros estamos pensando en que estamos hundidos, sangrando, tirados, muriendo; la Trinidad de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo nos da cientos de párrafos de la Palabra diciendo: “No estás solo, no está todo perdido, yo estoy contigo”, y así podríamos escribir muchos renglones más con sus promesas.
Que seamos personas que se aferran al único, inigualable, incomparable: Jesús. Que en este día, que quizás comenzó difícil, podamos decirle a Él:
“¡Acá estoy, Señor! Y no tengo pensando hundirme, porque sé que Tú me rescatarás”.