A veces, como cristianos estamos acostumbrados a pensar que nunca van a llegar los momentos de desconsuelo. A medida que voy creciendo en mi relación con Dios, esta palabra suena firme una y otra vez: “yo ya vencí”.
Entender la paz que Jesús da no solo se trata de que las tormentas paren. No esperes a tener calma hasta que la tormenta se detenga. Madurar en Jesús es saber que él te da quietud en medio de las adversidades. Comprender esto es pararte en la incertidumbre y decir “yo confío”.
Jesús no nos prometió una vida sin aflicciones, pero si una vida donde al final ganamos. “En el mundo tendrán aflicciones, pero no teman, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33).
Dios usa todo a nuestro favor. Me encontré en situaciones en las que si Dios no me hubiera incomodado, sé que no me hubiera movido. Situaciones dolorosas hicieron que dependa más de Él. Me obligaron a centrarme.
Cuando estás en medio de la dificultad, ¿en qué fijas tus ojos? ¿En lo que tú no puedes hacer o en lo que Dios puede hacer?
Seamos los ojos que ven la posibilidad en medio de la dificultad, y los labios que proclaman buenas noticias hasta en los lugares más oscuros. Suelta el control. Las tormentas son necesarias. Porque sabemos que “a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan para bien” (Ro. 8:28).
Tienes todo lo que necesitas para vivir una vida de victoria (Ef. 1:5). Tu herencia está intacta y no has perdido tu lugar. Tu Victoria sobre las tormentas ya está asegurada. ¿Sabes por qué? Porque el atormentador de tormentas está en tu barco. (Fil. 4:6-7).
Mantén tu enfoque en lo que realmente es importante en la vida: Jesús. Y vas a saber dormir en las tormentas.
“Señor, gracias por esos momentos de incertidumbre, de dificultades y de tormentas, porque nos hace depender más de ti. Haz que cada una de esas situaciones que pueden ser desesperantes en nuestras vidas nos arraigue más a ti”.