Hace casi un año resonó en mi interior la frase “como a ti mismo” y desde ese instante fue desglosándose cada vez más.
Miles de años atrás, un fariseo le preguntó a Jesús cuál era el gran mandamiento en la ley, a lo que responde: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento”. Si analizamos la pregunta, ya con esta respuesta bastaba, pero Jesús fue más allá, quizás, del conocimiento humano. Continuó diciendo: “y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas”.
Generalmente cuando leemos, memorizamos o conversamos sobre este segundo mandamiento, nos detenemos en “amarás a tu prójimo” dejando de lado la clave. ¿Cómo hago para amar a mi prójimo? La clave es: “como a ti mismo”.
Lastimosamente esta frase fue pisoteada mucho tiempo, cuando se decía que la autoestima no proviene de Dios. Sin embargo, no hay manera de amar a mi prójimo sin amarme primero a mí. Y no hay manera de amarme, si primero no a amo a Dios. “…y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí” (Gálatas 2:20).
Ahora, ¿cómo es amar? ¿Qué es amor? El fruto del Espíritu. Teniendo, practicando y modelando gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza.
Entonces, te pregunto, ¿qué dice de una persona el hecho de maldecir, maltratar, hostigar, hacer burla, herir emocional y/o físicamente a otra, a su prójimo?
“Es necesario que tú, Cristo, crezcas en mí. Es necesario. Te amo y decido amarte cada día más porque comprendo que amándote puedo amarme, porque no soy yo sino vos viviendo en mí y así, no solo otros te verán a través mío, sino que amaré a mi prójimo, como a mí misma, como te amo a ti”.