¿Cómo describir el miedo? A veces sólo es la manifestación de una falta de confianza. En mi experiencia el miedo es el que más me juega en contra. Él es anti fe y alimenta la duda. Te hace sentir tan desprotegido, como si estuvieras paralizado y completamente vulnerable en medio de una guerra. Miedo, provocado por hechos reales o por imaginación. ¡Qué horrible es el miedo! Te hace dudar de todo, pensar demasiado y desconfiar de lo que dice tu Creador. Ataca convicciones y dispara a las certezas, hay que arrancarlo de raíz.
Y en medio de esa lucha, entra el amor. El enemigo del miedo. El amor hace que el miedo tiemble. No hay fuerza más poderosa que el amor. En medio de esa incertidumbre, de esa tormenta tan grande y terrorífica, el amor es el único que puede traer paz. Hay temores que quieren habitar en nuestro corazón, tormentas internas que a veces intentamos tapar con positivismo, pero que, sin embargo, siguen haciendo ruido. Temores que no fueron perfeccionados en amor. El amor sana, el amor protege, el amor nos hace libres.
A veces no tenemos que enfocarnos tanto en sacar el miedo, sino en llenarnos del amor de Dios, simplemente abrir nuestro corazón ante él y entregar esos temores que tanto nos oprimen.
Su amor es inmenso, tan grande que no podemos comprenderlo todo, entonces, ¿cómo podemos comprender algo que sobrepasa nuestro entendimiento? (Efesios 3:16-18). Solamente experimentando y dejando que el espíritu santo se lo revele a nuestro corazón. A Dios le encanta darse a conocer y el Espíritu es aquel que nos guía a toda verdad y nos va revelando más de Él. La revelación es esencial porque sin ella nuestra fe no puede operar. Y todo lo que hacemos sin fe es obra muerta (Santiago 2:26).
Antes de ahogarme en mi amor por Dios, debo comprender cuánto Él me ama a mí. No puedo amar a Dios, sin Dios. Por eso es fundamental abrir nuestros sentidos espirituales y enfocarnos más en lo que el espíritu nos quiere revelar: su amor. El espíritu del Dios viviente en nosotros vence toda confusión y mentira de Satanás. Dejemos que el amor de Dios nos encuentre. Llenemos nuestro interior de ese amor y dejemos de ser esclavos del temor.
“Pues ustedes no han recibido un espíritu de esclavitud para volver otra vez al temor, sino que han recibido un espíritu de adopción como hijos, por el cual clamamos: ‘¡Abba, Padre!’ El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios” (Romanos 8:15-16).
Dios te ama eternamente.
“Señor, te entrego todos y cada uno de mis temores, te entrego esas cargas y preocupaciones que me agotan. Te pido que tu perfecto amor saque todo miedo de mi corazón. Líbrame de todos mis temores y permíteme experimentar y conocer un poco más de tu amor. Quiero que encuentres en mí un corazón lleno de fe. Quiero probar y verte todos los días. En el nombre de Jesús”.