Jesús nos ama. Es un hecho más que demostrado al tomar nuestro lugar en la cruz. Eso nos da una seguridad que ninguna otra cosa o persona lo puede hacer. Su amor es especial, porque es el que nos permite conocer realmente qué es el amor: Renunciar a uno mismo para darse por el otro.
Su amor nos llena con dos fines principales que son darnos gozo y esperanza de nuestro encuentro con Él, y compartir ese amor brindándolo a los demás.
Amar no es fácil, como dice 1 Corintios 13, pero es amando que mostramos que somos sus discípulos. Amando es la mejor manera de parecernos a Él. Ese es el mejor acto de adoración que podemos dar: seguir llenando este mundo de amor, como lo hizo Jesús, empezando por casa, y siguiendo con los demás.
No será fácil, pero así la gente nos verá y dirán que algo distinto encuentran en nosotros, y sabremos que es la mejor forma de abrir el diálogo para mostrarles que ese amor está también disponible para ellos.
¿Cómo quieres que te vean?
“Señor, quiero que me vean como un discípulo tuyo. Que mis palabras y mis acciones no dejen dudas de que soy tu seguidor. Y que tu inconfundible amor se refleje en mi vida en mis acciones para con los demás”.