Durante el tiempo de pandemia por el Covid-19 una de las mayores necesidades de los profesionales de la salud fue utilizar equipos de protección personal, que incluía ropa protectora, cascos, guantes, anteojos, máscaras, respiradores, entre otros. Algunos médicos, residentes, enfermeros y auxiliares se vieron afectados por falta de equipos para ellos.
Pero hay otra pandemia letal con un virus aún más mortal que el Covid-19, es el virus del pecado que ha infectado y lo sigue haciendo a toda la familia humana. La manifestaciones de ese virus son muchas y de variada intensidad. En la Biblia encontramos algunas listas de esas manifestaciones; una de ellas nos dice: “Cuando ustedes siguen los deseos de la naturaleza pecaminosa, los resultados son más que claros: inmoralidad sexual, impureza, pasiones sensuales, idolatría, hechicería, hostilidad, peleas, celos, arrebatos de furia, ambición egoísta, discordias, divisiones, envidia, borracheras, fiestas desenfrenadas y otros pecados parecidos. Permítanme repetirles lo que les dije antes: cualquiera que lleve esa clase de vida no heredará el reino de Dios” (Gálatas 5:19-21).
El mismo apóstol Pablo escribió: “Pues no luchamos contra enemigos de carne y hueso, sino contra gobernadores malignos y autoridades del mundo invisible, contra fuerzas poderosas de este mundo tenebroso y contra espíritus malignos de los lugares celestiales. Por lo tanto, pónganse todas las piezas de la armadura de Dios para poder resistir al enemigo en el tiempo del mal. Así, después de la batalla, todavía seguirán de pie, firmes” (Efesios 6:12-13).
La armadura de Dios es nuestra protección contra el virus del pecado que afecta la vida personal, matrimonial y las relaciones personales en la sociedad. Así como los profesionales entran a las salas para ver a sus pacientes, todos los días entramos en el territorio del mal. Sin la protección adecuada estaremos expuestos a un verdadero desastre espiritual.
¿Qué equipo de protección es el que Dios nos ofrece en el conflicto entre el bien y el mal? El apóstol Pablo nos da una pista en 2 Corintios 10:4: “Usamos las armas poderosas de Dios, no las del mundo, para derribar las fortalezas del razonamiento humano y para destruir argumentos falsos”.
¿Cuáles son estas armas de Dios que nos permiten estar preparados para enfrentar las crisis en nuestra vida personal? ¿Cuál es la fuente de nuestra fuerza espiritual y los recursos para combatir el virus del pecado?
Una de las armas elegidas por Dios es su Palabra. Las Escrituras revelan: “Pues la palabra de Dios es viva y poderosa. Es más cortante que cualquier espada de dos filos; penetra entre el alma y el espíritu, entre la articulación y la médula del hueso. Deja al descubierto nuestros pensamientos y deseos más íntimos” (Hebreos 4:12).
La Biblia es la Palabra de viva de Dios, que por medio del ministerio del Espíritu Santo cobra vida en nuestro corazón y cambia nuestra existencia. La Palabra de Dios, que es inspirada, no solo ilumina nuestra oscuridad sino que también nos transforma.
Así como el cuerpo es sustentado, satisfecho y fortalecido por alimentos saludables y nutritivos, nuestra alma es sustentada, satisfecha y fortalecida por la Palabra de Dios.
El mayor testimonio de la inspiración de la Biblia es su capacidad por el poder del Espíritu Santo de transformar vidas por completo.
Dios por medio de ella le habla a gente de todas las culturas, orígenes e idiomas. Ofrece esperanza en tiempos turbulentos. En un lugar tranquilo, permite que la belleza de las Escrituras inunde tu alma y deja que el Espíritu Santo renueve tu vida y la llene de esperanza y fe en un Dios que todo lo puede.
“Jesús, revélate en las Escrituras, para que pueda encontrar el Camino, la Verdad y la Vida, quien me da vida abundante y eterna. Que pueda combatir el virus del pecado conforme al aprendizaje de tu Palabra”.