¿Alguna vez te pasó estando en la playa, disfrutando y jugando con las olas, que una te agarró desprevenido y te revolcó? Pero no sólo eso, sino que, además, al tratar de ponerte en pie nuevamente, te agarró otra enseguida y te volvió a desparramar.
Ese momento pudo haberte dejado una anécdota graciosa. ¿No? O algún susto que seguramente te ayudó a respetar más al mar, también.
Esta imagen me hizo recordar a la vida misma, en donde a veces algo nos “golpea” y antes de que podamos pararnos, nos viene otra “ola” que nos quiere tumbar nuevamente.
En lo personal, me gustaría poder esquivar esas “olas de la vida”. Me refiero a las que podríamos decir tal vez: malas noticias, problemas de salud, problemas laborales, situaciones emocionales adversas, relaciones tóxicas, etc, etc…
Pero ¿qué pasaría si pudiéramos encontrarle un sentido a cada una de esas situaciones? ¿Si hubiera “un para qué” en ellas?
Acabo de leer en la biblia este texto: “Cuando tengan que enfrentar cualquier tipo de problemas, considérenlo como un tiempo para alegrarse mucho, porque ustedes saben que, siempre que se pone a prueba la fe, la constancia tiene una oportunidad para desarrollarse”. (Santiago 1:2-3).
Parecería casi utópico, ¿no? ¿Alegrarnos por algo adverso? Diría que va más allá de ver el “vaso medio lleno”. Pero hay una palabrita chiquita, que creo que es el secreto de esto: “fe”.
No sé en dónde tienes tu fe puesta. ¿En ti? ¿En el horóscopo? ¿En los profesionales? ¿En tus competencias?
Hay una fe que es la que podemos depositar en Dios, algo que excede nuestras capacidades, una fe que nos permite transitar nuestra vida de Su mano; que nos hace vivir una vida ya no direccionada por el azar o las circunstancias, sino con Su dirección, cuidado y protección.
¡Hay PROPÓSITO para tu Vida! En medio de la calma o de la tempestad más fuerte, te animo a tomarte de la mano de Dios. ¡Él nos está esperando siempre!
“Señor, las olas de la vida me están golpeando. Ya estoy casi ahogado y sucio de tanta arena. Sin embargo, en medio de mis circunstancias y aunque no entienda lo repentino de la situación, elijo seguir creyendo y tomarme de tu mano. Pongo mi fe en ti. Hay un propósito”.