Cada uno de nosotros lleva puestos los lentes de su experiencia de vida, caminamos con un filtro que de alguna manera tiñe todo lo que vemos.
Desde nuestra propia mirada observamos y reconstruimos las situaciones o circunstancias de todo lo que se pone frente a nuestros ojos. Miramos con los ojos, pero vemos desde nuestra mente: interpretamos, sacamos conclusiones, nos alegramos y nos enojamos, reaccionamos o decidimos dejarlo pasar. Ahora, ¿qué pasa cuando, como creyente, decido tomar prestados los lentes de Jesús? ¿Vería Él lo mismo que yo veo?
Bueno, Jesús conoce las intenciones del corazón, mientras que yo simplemente imagino, presumo, interpreto. Es bueno que tengamos esto en cuenta para cuando nos enfrentemos a miradas diferentes de las nuestras.
A veces, con las mejores intenciones de ambas partes, ¡terminamos discutiendo la curvatura del círculo! Y al ratito nomás de discutir, el foco cambia a cómo me siento en esta discusión y “¡qué se cree este que me va a decir tal o cual cosa!” Poco a poco se nos esfuma el tema inicial y discutimos personas, discutimos miradas. Entonces, ¿qué esperanza tengo de estar formando mi carácter a la imagen del Maestro?
El apóstol Pablo aconseja que pongamos la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Pablo nos dice que intencionalmente elijamos mirar hacia determinada dirección.
Sí, ya sé, estás pensando que eso me puede llevar al negacionismo, al “aquí no ha pasado nada” y que las cosas que suceden, suceden igual, aunque yo decida no mirarlas. ¡Tienes razón! Pero, siempre hay un pero, así como cuando uno quiere comprar algo determinado, empieza a verlo por todas partes. Si llenas tu mente de buenas ideas y proyectos, cada cosa que veas la podrás asociar con eso que tienes en mente, sea para ilustrar, tomar ejemplo o para conectar con eso que vienes “rumiando” en tu cabeza.
No hace falta que sea una idea terminada, pero sí una direccionalidad, una intención. Pablo nos invita a mirar con contexto de eternidad, para poner lo que veo en perspectiva divina.
¿Conformismo? ¡No! ¡Para nada! Se llama alineación a un propósito.
Y a veces eso es cientos de veces más complejo que sentarme a ver las noticias y vestirme de quejas. Si te estás dejando llevar por lo que otros te cuentan (desde sus miradas) o lo que sale en la pantalla que tienes delante, tu mente se sentará cómoda y entretenida haciendo nada. Descansada, mientras ese alimento que entra por tus ojos, engordando tu mirada, agregando filtros innecesarios y muchas veces falsos que lo único que hacen es confirmar tus propios prejuicios. “¿Ves? ¡Claro! ¡Tiene razón! ¡Mira lo que pone aquí! ¡Este no sabe nada! ¡Este es un genio!”, decimos mientras tu cerebro come esta “chatarra” y no gasta ni una caloría neuronal.
¿Instagram? ¿TikTok? ¿YouTube? ¿Las noticias? ¿Qué es lo que tiñe tu filtro? Revisa. Dosifica. Enfoca, con La Palabra en un mano y el diario en la otra. Verás como la realidad de repente cobra otra dimensión.
Anímate a ver eternidad y participar de ella activamente, encontrando todas esas oportunidades de servir que tus ojos empezarán a descubrir, sólo si decides poner la mira donde hay que ponerla.
“Señor, ayúdame a enfocarme y a mirar las cosas de arriba. Quiero ver desde tu óptica, quiero ir por donde me marcas con tu guía. No quiero dejar que nada de lo que me ofrezca el mundo opaque todo lo brillante que tú me ofreces en la vida”.