Te recomiendo la lectura de todo el capítulo 1 de Daniel para entender el contexto de lo que te compartiré. Es muy conocida entre los cristianos de hoy la historia de Daniel y sus tres amigos. Cuatro miembros de la tribu de Judá, que estaba esclavizada por Babilonia. El rey de Babilonia estaba decidido a quebrantar la voluntad de los hebreos con el fin de demostrar su dominación total y absoluta sobre ellos. Es importante destacar que logró su cometido en la gran mayoría de los casos, pero no con Daniel, Ananías, Misael y Azarías.
La razón principal por la cual Nabucodonosor deportó a las “élites” de Israel fue para destruir su distinción cultural y asimilarlos a la cultura babilónica. El objetivo era eliminar la identidad única del pueblo de Israel como una comunidad separada. El programa de tres años de estudios y comidas al que fueron sometidos era otro intento de asimilarlos completamente. Incluso se les asignaron nuevos nombres babilónicos (v.7), los cuales estaban relacionados con dioses paganos. Además, recibieron una educación completa en la cultura babilónica y se les proporcionaba la comida del rey. Al finalizar los tres años, ingresarían al servicio del rey (v.5). Mientras que Daniel aceptó el cambio de nombre y la educación, se negó a aceptar la comida del rey.
La comida del rey Nabucodonosor provenía de sacrificios paganos, de cultos y ritos opuestos al Dios que confesaban los hebreos. Muchos de los judíos vivían cómodos y felices en Babilonia, habían perdido el rumbo buscando reyes que los gobernaran y ahora se encontraban en cautiverio bajo la opresión de un dictador. Pero si cumplían con ciertas normas sus vidas se verían ligeramente tranquilas y sin sobresaltos.
Lo interesante que surge del relato es que Nabucodonosor hizo que los cuatro hebreos sean preparados en conocimiento, que fueran cabales de buen juicio, que no sean unos loquitos sueltos. Sino preparados con lo mejor de su cultura.
Cuando yo era jovencito, al finalizar la escuela media o secundaria, se veía con malos ojos la preparación académica. Llegaban a decir: “Te va a apartar del camino”, “Vas a llenarte de dudas que los incrédulos siembran”, “El conocimiento humano te nubla el espíritu” y expresiones de este tipo con poco fundamento, más bien descontextualizadas de la Palabra de Dios. Es esencial reconocer que la educación y el conocimiento no son enemigos de la fe, sino herramientas que nos permiten crecer y entender mejor el mundo que nos rodea. Daniel y sus amigos demostraron que podían destacarse intelectualmente sin perder su identidad espiritual y su compromiso con Dios. Es importante recordar que la sabiduría y el conocimiento pueden ser utilizados como instrumentos para glorificar a Dios y para ser testimonio en el mundo. No debemos temer al conocimiento, sino buscar una preparación integral que nos permita ser embajadores de Dios en todos los ámbitos de la vida, sin comprometer nuestros valores y creencias fundamentales.
Luego de decidir no contaminarse Daniel y sus amigos decidieron hablar con la persona a cargo de ellos.
Entonces Daniel habló con el asistente que había sido designado por el jefe del Estado Mayor para cuidar a Daniel, Ananías, Misael y Azarías, y le dijo: “Por favor, pruébanos durante diez días con una dieta de vegetales y agua. Al cumplirse los diez días, compara nuestro aspecto con el de los otros jóvenes que comen de la comida del rey. Luego decide de acuerdo con lo que veas”. (Vs.11-13).
Muchos pensarán que comer vegetales y agua no es suficiente para la nutrición corporal de cuatro jóvenes en plena formación y crecimiento, exigidos por una preparación física y académica demandante. Pero dejando un poco de lado el tipo de comida, lo que en este pasaje se destaca es la obediencia a Dios. El perseverar en sus enseñanzas y no claudicar ante la dificultad.
“Señor y Padre Celestial, ayúdame a serte siempre fiel. A no claudicar ante las ofertas buenas de este mundo, las cuales son buenas, pero no son las mejores que diseñaste para mí. Que como estos cuatro jóvenes yo tome la bandera de la fe, la confianza y la esperanza puesta en tu Palabra ante cada adversidad que me cruce. Quiero seguir sus mandamientos, tus principios y tus enseñanzas. Quiero alcanzar el premio prometido por ti de vivir en la eternidad junto a tu hijo, a su Santo Espíritu y a ti como mi Padre por siempre y para siempre”.