Si perteneces a una comunidad cristiana, o has compartido el tiempo suficiente con alguna de ellas, probablemente hayas escuchado la frase “prisioneros de esperanza”, ese término que aparece en la profecía de Zacarías. Estas palabras están dirigidas a un pueblo sufriente que necesita saber que hay un mañana. Que la realidad que ven sus ojos es pasajera. Ellos no caminan a la prisión, sino a la libertad futura.
Aunque han sido encarcelados, quien los tiene cautivados no es Babilonia, sino la esperanza en Dios. Esta esperanza es la que alimenta la fe, la ayuda a permanecer en medio de la tormenta. Ahora bien, hay un período de tiempo entre el fuego esperanzador de hoy y la concreción de un futuro mejor. Esos días en los que nuestra fe es puesta a prueba, porque bien tenemos la certeza que Dios va a actuar, pero la realidad que nos rodea no refleja esa creencia ni su accionar.
Esa prueba de fe, cuando no es superada, puede devenir en tristeza. Esto es porque nuestro corazón empieza a inclinarse ante la dificultad: “esto no cambia más”. Una frase que suele tener su aparición en momentos así. Y en esos tiempos aparece el weltschmerz (se pronuncia veltshmerz). Este término alemán describe el estado emocional de profunda tristeza que sentimos cuando nuestros valores y esperanzas distan mucho de la realidad que vemos a diario. Es la incapacidad percibida de no poder cambiar nada de lo que nos rodea. Podría ser la sensación que nos sobrevuela, al menos a nosotros, los comunes, cuando vemos una corrida del dólar.
En este ejemplo entran en conflicto nuestras creencias y la realidad. Mi Señor Jesús me prometió que ni ropa ni comida me faltaría, porque el Padre se ocupa de las aves del cielo y viste a los lirios, así se que se ocupará de estas cosas. Nada bueno me va a faltar. Ahora la pregunta sería cómo es esto posible si la realidad económica que me rodea tambalea tanto.
En la medida que la respuesta del Padre llega, esta incertidumbre puede encadenar mi cuello a la tristeza, impidiendo que levante mi vista para ver a Dios obrar. Una forma de romper esa cadena y salir del weltschmerz es a través de su Palabra. Dios no miente. Si dijo que lo iba a hacer, lo va a hacer.
Así que hoy te animo a que, si estás en esa etapa de no ver lo que se te prometió, en lugar de pensar en lo que no tienes pienses en su Palabra, que ocupes tu mente en sus promesas. Te animo a que sigas firme, que permanezcas creyendo. Jesús nos dijo: “permanezcan en mí y yo permaneceré en ustedes”. Incluso en una posible tristeza por una demora aparente en su respuesta, no estamos solos. Solamente tenemos que ver a nuestro Rey al lado nuestro, preparándose para obrar. Nuestro Rey no miente, va a actuar. Somos prisioneros de esperanza.
“Amado Dios, en esta hora, proclamo que la tristeza y la sensación de no poder cambiar mi realidad, es anulada por tus promesas. Promesas fieles que llegan a su debido tiempo, a tu tiempo. Ayúdame a permanecer en ti y esperar el cumplimiento de tu Palabra”.