Trabajé por varios años en una empresa de origen chino, y cada año agasajamos a nuestros mejores clientes con una cena típica. Esos clientes eran gerentes generales de importantes cadenas de hipermercados. Sus trabajos les proporcionaban un merecido estilo de vida acorde al cargo que tenían.
En una ocasión, uno de mis clientes llegó a la cena y en la puerta del restaurante se dio la vuelta y se fue. Mi puesto de trabajo entró en riesgo total; mis jefes me preguntaban qué había pasado, porque se había retirado tan abruptamente. Fue un momento muy tenso y dramático. Como buen vendedor que fui, conduje el momento y traté de bajar la tensión. Ya estábamos sentados en la mesa, degustando los platos de entrada y me avisan que mi cliente en cuestión está en la puerta ingresando al local. Mi alma encontró paz.
La pregunta obvia que le hice fue: “¿Por qué te fuiste?” Y respondió: “porque tenía un agujero en la media y en este restaurante tienes que sacarte el calzado para ingresar”. Muchas risas y sorpresa fue lo que vino. Manejaba un auto de origen alemán, vacacionaba 2 veces al año en los mejores espacios turísticos, su sueldo era por mucho superior al mío, pero escondía dentro de su calzado caro un agujero en sus medias. Lo interesante es que llegó al restaurante con sus medias rotas sabiendo que las tenía así, y sólo al ver que iba a quedar expuesto su dedo gordo ante todos, salió por las calles a buscar un lugar que le dé una solución.
Esto me enseñó dos cosas:
1. Muchas veces estamos alrededor de personas que aparentan que está todo bien, pero dentro de sus vidas tan resueltas o cómodas esconden agujeros en el alma, posiblemente siempre ofrecemos a Cristo a personas que se muestran vulnerables o cuyos agujeros son más visibles. Detrás de tanta apariencia, hay también agujeros que solo puede llenar Jesucristo.
2. ¿Cómo nos acomodamos a los agujeros del alma que cargamos? Podemos traducirlo en “lo que nos toca vivir o los sacrificios que Cristo nos pide que hagamos”, y si bien hay una verdad en esto, su Palabra nos dice que su yugo es fácil y que ligera es su carga, y que al sentirnos cansados o cargados que él nos dará descanso (Mateo 11:28-30).
Jesucristo no remienda agujeros, él tira todo lo viejo y nos da vestiduras nuevas. “De modo que, si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí, son hechas nuevas” (1 Corintios 5:17).
Si no hubiese sido por la norma del restaurante de ingresar sin el calzado, nadie se hubiese dado cuenta de ese agujero, y gracias a eso pudo cambiar de medias. Hay agujeros en nuestra alma que precisan ser charlados con personas espirituales que nos ayuden a sanar, hay personas que precisan charlar de sus agujeros del alma y sólo te tienen a ti, que conoces al que hace todas las cosas nuevas. No escondamos nuestros agujeros, seamos sanos para sanar.
“Dios, no hay agujero en el alma que no pueda ser lleno de ti y de tu amor. Pero no quiero remiendos, sino que me deshagas y me reconstruyas de nuevo. En tus manos estoy para que hagas la obra restauradora”.