A las 23:50 horas del viernes 14 de abril, en Londres, partió con el Señor George Verwer, una de las personas más influyentes para las misiones globales de las últimas cinco décadas. Mucho para decir y recordar de Jorge, a quien conocí y con quien serví de distintas maneras durante casi veinte años de ministerio. Escuchar sus mensajes, caminar y orar juntos (uno de sus gustos), recibir sus cartas hasta hace poco, y sus libros, interpretar para él. Atesoro todo eso en mi corazón. Argentina tuvo un lugar especial. Cuando lo trajimos al país para visitas y como orador del Congreso Misionero de Jóvenes en Villa Carlos Paz, Córdoba, pasó algo que tendría repercusiones. Jorge contó que el Señor le habló en el viaje acerca de una movilización misionera en gran escala mundial. Por años lo promovió y compartió por el mundo que todo había comenzado en nuestro país. En plena pandemia compartió en un encuentro virtual, aunque impedido de viajar, estaba con plena salud y no cesaba de impulsar misiones.
La pandemia no lo detuvo, en medio del aislamiento y solo en un año tuvo 300 reuniones misioneras, según contó su secretaria. Después que se levantaran las restricciones de Covid, Jorge tuvo una operación de corazón y estuvo delicado, pero se recuperó. El año pasado retomó su intensa agenda y estuvo en Urbana (el mega evento estudiantil cristiano en los Estados Unidos). Su organización no fue pero él lo hizo por propia cuenta. Puso un stand donde distribuyó miles de materiales misioneros a los estudiantes y se quedó para conversar con ellos y desafiarlos a misiones.
En enero del presente año le hicieron unos estudios y se descubrió que tenía un gran sarcoma en el abdomen, pero que debido a su edad no era tratable.
George escribió entonces: “Mientras estaba en el hospital, tuve una poderosa experiencia con Dios, en la que todas las cargas por el ministerio y la lucha con el sufrimiento global han sido levantadas. Dios me aseguró que he hecho mi parte y que tengo que dejar el resto a los demás y a Jesús. En muchos sentidos, siento que 85 es demasiado tiempo para vivir cuando tantos de mis amigos han muerto, pero el Señor tiene eso en sus manos. Parece que estaré por aquí un tiempo, pero el camino hacia la puerta parece duro. Ahí es donde agradeceré la oración”.
Jorge pasó la puerta y fue recibido con los brazos del Señor y la voz de bienvenida al “buen y fiel siervo”. Como me dijo un amigo europeo: “tengo una mezcla de mucha tristeza pero también de alegría de saber que el soldado ha sido recibido por el Señor y que descansa de todas las batallas”. Sin duda que solo la eternidad revelará lo amplio y profundo de su impacto.
Con todo recuerdo y afecto a un compañero de batallas que ha recibido sus medallas.
Daniel Bianchi