Como Jesús lo hizo, hablemos en doble sentido y déjame presentarte esta situación y hacerte una pregunta: te encuentras en París, disfrutando la ciudad y como muchos turistas, deseando subir a la parte más alta de la Torre Eiffel para contemplar toda la ciudad. Pero al llegar a la torre descubres que su estructura cuenta con una base menos. Tres bases en lugar de las cuatro que deberían estar allí. ¿Realmente arriesgarías tu vida e intentar subir a la cima? Claro. Es una situación irreal. Pero si fuera cierto ¿subirías?
No es el tamaño lo que hace la diferencia sino su contenido. Jesús les mostró a sus discípulos, una semilla de mostaza, tan pequeña que pasa desapercibida. “Si tuvieran fe como un grano de mostaza…”. Y ese es, a mi parecer, el punto más fascinante de lección: No es el tamaño. ¡Es el contenido!
No se trata del tamaño de la Torre Eiffel. Yo no subiría si le faltara una parte en su estructura. Como tampoco me sentaría en una silla a la cual le falta una de sus patas, ya que no son 100% lo que deberían ser. Y creo que Jesús no estaba diciendo que nuestra fe tendría que compararse al grano de mostaza, pequeño, diminuto, sino que si aún pequeña, pero al 100% podríamos mover montañas.
Cuando los discípulos entendieron este punto, no le pidieron una fe “más grande”, lo que pidieron es “auméntanos la fe”. Entendieron que su fe, no estaba al 100% lo cual había espacio para la duda, la desconfianza o la incertidumbre. La fe es certeza, convicción, seguridad y confianza plena. No importa tu “tamaño”, tus años de cristiano, si eres pastor o si le entregaste tu corazón a Jesús hace unos minutos. Tu fe al 100% hará la diferencia. La medida, sí importa.
“Señor, haz que la medida de mi fe sea tal que cualquier desafío en la vida, sea posible de afrontar”.